Capítulo 1

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Recuerdo.

Recuerdo el peso de mis párpados.

Recuerdo la luz blanca quemando a través de mis pupilas.

Recuerdo la sensación de ingravidez inducida por la anestesia.

Recuerdo la rigidez de mis músculos debido al desuso.

Recuerdo cada par de ojos que me miraron, el resto de sus caras escondido tras máscaras blancas.

Recuerdo las paredes blancas.

Recuerdo la suavidad de las sábanas y el extraño tacto de la bata rozando mi piel.

Sin embargo, no recuerdo nada más.

No recuerdo mi nombre.

No recuerdo familia ni amigos.

No recuerdo mi infancia ni mi edad.

No recuerdo mi casa, mi hogar.

No recuerdo mi identidad.

No recuerdo nada excepto el hospital.

Y aun así, recuerdo como respirar. Recuerdo cómo moverme y caminar. Recuerdo cómo hablar. Recuerdo reír, llorar, sentir... Tengo estas extrañas sensaciones de que algo ya me ha pasado o se me viene a la cabeza información que no debería estar ahí.

La situación es frustrante. Sé cómo hablar, pero no tengo nada que decir. Sé cómo caminar, pero no tengo a donde ir. No me conozco a mí misma.

Desconozco cómo llegué hasta el hospital y al parecer a nadie le interesa decírmelo. Intentaría hablar con alguno de ellos, pero la única que me responde es la psicóloga, que da la casualidad que está sentada en frente mía y que creo que se está volviendo loca. Corrección: la estoy volviendo loca.

-¿Me podrías repetir (otra vez) todo lo que recuerdas?-dice ella con un tono de voz mordaz.

-¿Me podrías repetir tú por qué crees que mi respuesta será diferente a la que te di hace medio minuto?-Ni siquiera estaba tratando de llevarme bien con ella. Había algo en su expresión sabionda que no me gustaba nada y que me llevaba totalmente a la locura.

-Haz el favor de cooperar y contestarme a la pregunta.- Estaba empezando a sacarla de quicio, algo que estaba segura que no era considerado muy profesional en su campo.

-Sabes, tal vez si fueras un poco más amable o no sé, simplemente agradable, las personas no se sentirían tan coaccionadas a hacer lo que dices y cooperarían de una manera mucho más productiva-dije solo queriendo, deseando que perdiera los papeles y me demostrase que no era un robot creado por extraterrestres para amargarme la vida.

-Creo que eso no es lo que te he preguntado.-Si las miradas pudieran matar, no importaría lo rápido que los paramédicos llegasen, yo ya estaría desangrada y dividida en pequeños trocitos de mi fantástico ser esparcidos por el...-Podrías simplemente contestar a la pregunta y así yo desaparecería de tu vista, dado que mi presencia no te agrada- me corta ella.

Por supuesto, se va a ir igualmente, porque este es el punto de nuestros aburridos y monótonos diálogos en el que giro la cabeza y, en silencio, observo la ventana. Entonces ella se me queda mirando un rato más hasta que murmura algo entre dientes y se levanta de la silla acolchada, en la que cómodamente descansa su trasero mientras mi columna vertebral sufre la incesante tortura de esta estúpida cama que parece hecha de piedras. Entonces abre la puerta lentamente, como si esperara que yo la detuviera para contarle cada oscuro detalle sobre cuán estropeada está mi mente. Cuando se da cuenta de que no lo va a conseguir, abre la puerta de un tirón y se marcha a pisotones.

Azul recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora