Segunda Parte:

19.1K 1.2K 62
                                    

¿Lectores/as fantasmas? ¡No, gracias! Deja tu huella, deja tu comentario/opinión ^.^

   Ella alargó la mano hacia la barra y cerró la caja de madera, para luego guardarla de vuelta en su bolso y ponérse éste colgado del hombro. Luego se dejó guiar por él hacía la puerta, abandonando ambos el local, en un incómodo silencio. Fuera, en los aparcamientos, se encontraba el coche oficial de la Guardia Civil. Ambos tomaron asiento sin decir nada en ningún momento y luego él lo puso en marcha.

   Jane, ahora más calmada, y por lo tanto, más consciente de lo que estaba haciendo y a punto de hacer, se replanteó las cosas, no sabiendo con certeza si haría bien yéndose con un total desconocido para darse un revolcón con él. Ella, con sus veinticinco años, no era de esas mujeres que se lanzaban a los brazos del primer hombre que le decía "que ojos más bonitos tienes", ni tampoco se tiraba a cualquiera en la primera cita... Y eso que lo de esa noche, ¡no era ni siquiera un cita realmente! ¡¿Qué demonios estaba haciendo entonces? ¿que estaría pensando él de ella?, ¿que era una cualquiera? Con un movimiento apenas perceptible de su embotada cabeza, Jane desterró esos insanos pensamientos y complicadas preguntas de su mente, para que dejaran de atormentarla.

   Lo que Jane tenía claro como el agua cristalina, era que hacía más de un año que no mantenía ningún tipo de relación con un hombre y que éste la ponía realmente cachonda, como nunca antes había estado... ¿Sería quizás el morbo de saber que se trataba de un agente de la ley sensualmente uniformado? Jane no lo sabía, pero fuesen  las razones que fuesen la que la llevaron a ser descarada con él y haber accedido a esa locura, la cosa era que lo estaba haciendo y, aunque ni ella misma se lo creía, la pura realidad era que no se arrepentía y que realmente lo deseaba; había llegado la hora de romper su autoimpuesto celibato.

   Mientras pensaba en todo eso, con la mirada distraída mirando por la ventanilla del auto, su acompañante redujo la velocidad y con un suave giro del volante, giró en la siguiente calle, a la derecha. Pronto llegaron ante las dos grandes puertas del cuartel de la Guardia Civil. Detuvo el coche para enseñar su identificación a los dos guardias que la custodiaban, y tras un intercambio de saludos, lo puso otra vez en marcha, atravesando las puertas recién abiertas.

   —Debí suponer que vivías aquí, en el cuartel comentó de pasada Jane para romper el hielo. Él simplemente asintió con la cabeza, sin dejar de prestar atención a la conducción.

   Se acercó con el vehículo oficial a unos aparcamientos donde habían otros tantos estacionados, y lo aparcó. Ambos se apearon del vehículo sin comentar nada más, hasta que él dijo con voz seria:

   —Espera un momento aquí ella asintió y se cruzó de brazos, mientras se apoyaba en el capó del coche y lo veía acercarse a las oficinas.

   Tras las ventanas de las mismas, iluminadas con la luz del interior de la instancia, Jane le vio entregarle las llaves del auto a la recepcionista. Ésta le tendió al recién llegado unos papeles, y tras éste leerlos y rellenarlos, se los devolvió junto con una sonrisa. La cincuentona se la devolvió, tomando de vuelta los papeles y archivándolos.

   Salió de nuevo para reunirse con ella y cuando estuvo al lado suyo, le hizo un gesto para que lo siguiera. Jane eso hizo, aunque estaba algo incómoda con toda esa situación, pues ahora él se comportaba como distante, sin acercarse siquiera ella, como si el fuego que a ambos les había consumido minutos atrás, se hubiera evaporado y extinguido del todo.

   Suspiró con resignación y se dijo, que todavía estaba a tiempo de darse la vuelta y largarse, si veía que las cosas no volvían a ser como antes; No se arrepintió de haberlo seguido, en vez de haberse echado atrás como se estaba planteando esos últimos minutos, pues en cuanto entraron en el ascensor del edificio de cuatro plantas en el que habían ingresado, su acompañante se lanzó nuevamente a devorarle la boca, con un hambre contenido y ahora desatado. Una vez más, ella se dejó hacer, devolviéndole el beso y quemándose de nuevo con su abrasador fuego. 

Pasión DesenfrenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora