baby, came home today

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Siempre fuiste tan salvaje, bebé. Siempre tan indomable, tan destructiva. Dispuesta a llevarte por delante a quien sea para lograr tus propósitos.

Tan despiadada y ardiente.
Te me acercabas y me encendías de maneras a las que yo, siendo un inocente y patético niño, ni siquiera aspiraba.

Te divertía moldearme según lo que dictaban tus caprichos, no lo niegues.

Podía ver claramente la expresión de placer en tus oscuros ojos cuando me tenías frente a ti, rogando por mas de esa atención que era adictiva y tan peligrosa como tú.

Eras esa arpía sucia y traicionera ante la que cualquier hombre podía caer. Eras ese veneno que consumía gustoso, para que acabaras conmigo, con mi voluntad.

No puedo culparte, ángel. Eras lo que eras.

Sin un misero rastro de amor. Todo lo que habitaba en ti era egoísmo y crueldad. Yo quería tu pasión para mi, porque me hacía sentir vivo. Por primera vez me sentía vivo.

Eras un pecado, tentador y mortífero, y por más que tuviera perfectamente claro que iba a caer, no podía dejarte.

Sabía que me dirigía a mi propia ruina, pero caería en la más excitante condena, bebé.

Te fuiste, sabía que lo harías. No lloré, ¿sabes? No es difícil encontrar a otras como tú. ¿Pero sabes que extraño? Esa facilidad con la que me mentías y esa inocencia con la que caía.

Porque, mi vida, desde que te conocí distingo el sabor de la mentira apenas la pruebo.

Yo mismo soy un mentiroso. Me convertí en ti, querida. Haciendo y deshaciendo a mi antojo.

Me pregunto quién te habrá roto tanto para que le hayas tomado el gusto a destrozar.

En lo personal, mi destrucción fuiste tú. Pero te lo agradezco, sweet heart, porque no me habría levantado de esta forma sin un infierno como tú.

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