Instante IV

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Es la mañana de un día invernal. El sol no calienta afuera, el gélido viento obliga a los transeúntes a permitir que sus bufandas los estrangulen. La gente entra y sale en un flujo constante de la moderna cafetería que alterna colores cremosos y diferentes texturas de madera para hacerla más acogedora; los oficinistas se aglutinan en las mesitas, la máquina de café ha empezado hace rato su frenética jornada laboral. Hay una pareja en una esquina, ambos se contemplan con sus tazas humeantes delante. El sonido de las conversaciones se mezcla en una orgía acústica para los oídos de Cassius. Además, a las palabras en inglés y estonio se les unen el ruido de la cafetera, de la cocina y de la puerta cerrándose una y otra vez. Sin embargo, el camarero con toques de poeta se ha quedado embobado mirando al chico y a la chica. Hay algo que le sorprende, que le choca: No hablan, se miran, sonríen, pero no hablan.

Cassius piensa que es probable que sus ojos hagan todo por ellos. Muestran ese brillo diferente, ese te amo escondido entre las pupilas, esa admiración mutua. Muchas veces se pregunta a sí mismo si el amor puede perdurar toda una vida. Ha visto en la televisión y ha leído en las novelas sobre parejas ancianas que todavía se dan besos en la boca y se cogen de la mano, ya arrugadas, y siguen observándose con un amor inusitado. Él no tiene tan claro si eso es posible. Ojalá lo fuese, ojalá pudiese tener algo así.

También ha leído estudios científicos donde argumentan que el hecho de enamorarse solo dura los dos o tres primeros años. Que luego... luego, simplemente, pasa el tiempo. Después de todo, el amor podría ser una mera invención humana encumbrada en la Edad Media por los trovadores y juglares. Pero, entonces, ¿por qué le obsesiona tanto...?

Cassius despacha varias mesas más antes de volver al mostrador. Saca el teléfono móvil y lo deja sobre la madera, a su lado reposa una libretita con tachones. En medio de un mare magnum de palabras, en letras mayúsculas, está el nombre de Gaia. Comprueba su correo electrónico, no ha llegado nada. Lleva días esperando la respuesta, lleva días pensando si se ha olvidado de él.

Atiende otra mesa y cuando vuelve, está ese símbolo de la carta esperándolo en la pantalla de inicio del móvil.

De: Gaia Moore

A: Cassius Timermans

¡Hola, Cassius!

Perdón por no haberte contestado antes, he estado ocupada con exámenes y trabajos de la universidad. Por fin puedo tomarme un respiro... ¿Qué te parece si quedamos para dar una vuelta y charlar más tranquilamente sobre libros? Pensé que era mejor que nos recomendásemos en persona algunas novelas. ¿Qué te parece?

Espero tu respuesta. ¡Chao!

                                                                                                                                                                                                       Gaia.

El corazón de Cassius está apunto de salir por su boca, desbocado.

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