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Seungkwan mira por el rabillo del ojo al sujeto a su lado. Bufa indignado y se cruza de brazos. El chico, casi rubio, se encuentra recostado sobre la mesa del escritorio, despreocupado y a punto de dormirse.

— Estoy esperando tus disculpas —le reclama a Hansol.

— ¿Por qué habría de disculparme? —el menor le mira con pereza, recargando la cabeza sobre sus manos.

— ¡¿Por qué?! —Explota el pelirrojo, levantándose de su lugar—, porque por tu culpa estoy encerrado en la estúpida sala de castigos, en un día que se supondría sería el mejor de mi vida ya que por fin había conseguido una cita con mi tipo ideal.

— Ese tipo es un idiota —susurra Hansol, poniéndose de pie y mirando a los ojos al contrario, con el ceño fruncido.

— Ese tipo es inteligente, amable y guapo; cualidades de las cuales tú careces.

— Ajá —chasquea la lengua—. No es mi culpa que te descubrieran fumando en los baños —se burla cínicamente.

— ¡Esas cosas eran tuyas! —Explota el pelirrojo, tornándose rojo por el coraje.

— Como sea, ya estás aquí. Deja de quejarte, diva.

Idiota.

— Perdedor.

— Descerebrado.

— ¿Por qué no solo admites que te gusto? —Retó el menor, confrontando de cerca a Seungkwan.

— ¡Porque no me gustas!

El casi rubio tomó las abultadas mejillas del pelirrojo, estampando sus labios contra los de Seungkwan. Un beso tan posesivo que bloqueó de inmediato la consciencia del mayor, tomándole varios segundos corresponder la acción.

Ya que, de hecho, le correspondió a Hansol; ¿y cómo no hacerlo? Nadie en aquel salón vacío podía verles y, demonios, el idiota ese besaba demasiado bien.

— ¿Y se supone que no te gusto?

— Sólo cállate —bufó molesto, apoderándose una vez más de los labios contrarios.

Be my Valentine. [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora