Capítulo 20

468K 37.5K 15K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Entro sin ser invitado y paso frente a una Natalie sorprendida y un niño pequeño que quiere fulminarme con la mirada.

—Traigo gomitas y cheetos también. —Elevo la bolsa que me dieron en el supermercado para que la vean. El hermano de Nat arruga la frente, da unos pasos hacia mí y me observa desde abajo—. ¿Qué?

—Voy a dejar que entres solo porque traes pizza y gomitas, no me agrada la idea de que seduzcas a mi hermana. —Me arrebata la bolsa plástica y asoma la cabeza como si estuviera buscando un gran tesoro.

—¡Frank! —exclama la rubia mirándolo, horrorizada.

El chiquillo se pierde en un cuarto que supongo es la cocina, cierro la puerta de la entrada detrás de mí y alzo una ceja pues ella sigue de pie sin hacer nada. ¿Le molestó que viniera? No quise importunar, solamente quería verla.

—Al entrar a esta casa has cavado tu tumba, me compadezco de ti —dice.

—No seas exagerada.

Unos pasos se escuchan, así que giro la cabeza y encuentro a su hermana bajando las escaleras como si fuera una momia. En realidad, me da un poquito de miedo. Tiene esa actitud de que nada la perturba y la pintura negra en sus ojos, así como las calaveras que cuelgan de su cuello, hacen que le tenga respeto. Eso y que quiera retroceder.

—La chica no miente, tengo ataúdes en mi habitación y una pala en la cochera, así que ándate con cuidado y espero que la pizza tenga jamón —dice con la voz monótona. Se acerca y me arrebata la caja. Creo que no les agrado mucho a sus hermanos.

—Ella es... —No termino la oración pues no quiero que me entierre en alguna parte de su jardín.

—Ella es la reencarnación deprimida de Batman, así que no le hagas caso. Cecile disfruta avergonzándome a mí, al que debes temerle es a Frank. —Una vez dicho eso, sigue el mismo camino que hicieron sus hermanos minutos atrás.

Me quedo quieto un segundo, un debate se reproduce en mi mente. ¿Debería irme? Quizá la locura viene de familia, no quiero terminar con el cabello azul al final del día pues mi madre me obligaría a raparme la cabeza. Luego pienso que estoy siendo exagerado, es un niño, ¿qué podría hacerme? ¿Aventarme sus legos?

Me interno en la cocina y observo el espectáculo. Frank tiene dos rebanadas llenas de gomitas y cheetos, hago una mueca de asco.

—¿De verdad te vas a comer eso? —Su vista se clava en la mía, inmediatamente me arrepiento de mi pregunta.

—No, ¿cómo crees? Solo las tengo en mi plato porque me gusta decorarlas. —Su sarcasmo es como una flecha queriendo perforar mi pecho.

—Frank, no seas maleducado —emite Natalie, observando cómo Cecile se sirve y se da la vuelta mientras gira los ojos.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora