Visitando San Mungo

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Harry estaba cansado. Sentía su cuerpo rígido después de tantas batallas y todo lo vivido en los últimos días. Y encima...la ruptura con Ginny. Suspiró. Había creído que al terminar la guerra podrían pasar unos días tranquilos, pero...
Habían estado mucho tiempo sin verse y, en fin, era normal que ella no se sintiese segura de que lo suyo fuera a alguna parte. Él tenía que admitir que se le había pasado esa época febril tras ella. ¿Quizás sólo había sido un capricho adolescente? Podía ser, al fin y al cabo habían compartido unos cuantos besos y poco más. El caso es que después de haber estado resolviendo papeleo en el ministerio, visitando a los Weasley y a sus amigos y los funerales de Fred, Remus y Thonks...se sentía solo. ¿Ahora qué? Ya no había una meta o un objetivo. Tendría que terminar el último curso de Hogwarts y después dar el salto al mercado laboral mágico. ¿Y a qué quería dedicarse? Ni idea...
Después de levantarse, desayunar y darse un baño, recorrió los pasillos de Grimmauld Place dejando que miles de recuerdos le absorbieran.
No pudo evitar detenerse ante el recuerdo de una cierva plateada preciosa y sonrió. En ese momento recordó a su profesor tendido en el suelo con el cuello encharchado en sangre y varias mordeduras por el resto de su cuerpo. Un escalofrío le recorrió la espalda al ver pasar por su mente las lágrimas del pocionista y las palabras que le susurraba en un hilo de voz "Mí..mírame" "Tienes los ojos de tu madre"
¿Cómo no pudo intuir algo así? Snape enamorado de su madre, qué cosas...
Albus Dumbledore le había hecho saber que el profesor se encontraba mejor y que le tenían en la sección de observación del Hospital de San Mungo, así pues lo mejor sería hacerle una visita aún a riesgo de ser recibido con una patada en el trasero.
Se puso unos vaqueros y una camiseta de color gris, limpió sus gafas y se metió en la chimenea con polvos flu indicando la dirección del hospital.
En dos segundos estaba en la recepción de San Mungo.

-Buenos días, señor Potter-saludó muy entusiasta la recepcionista-¿En qué puedo ayudarle?

-Buenas..eh..me gustaría saber cuál es la habitación del profesor Snape.

-Oh, claro...la 208 en la sección de Observación, segunda planta en el pasillo de la derecha. ¿Algo más?

-No, muchas gracias.

Harry tomó el ascensor para acceder a la segunda planta y recorrió el pasillo que le habían indicado. Cuando llegó a la 208 se quedó frente a la puerta dubitativo. No se escuchaba nada así que supuso que el hombre estaría solo. Cuando se decidió llamó con pausa. Toc...toc

-Adelante-dijo la voz de Severus Snape. Ésta ya no era ronca y apagada como la última vez que la había escuchado.

El joven Potter abrió la puerta y entró en la habitación y encontró al pocionista en la cama e incorporado sobre un cojín. Llevaba un camisón azúl celeste y leía un libro. El paciente levantó la vista y se encontró con los ojos verde esmeralda.

-Potter...

El aludido se quedó mirando perplejo al hombre. Era extraño verle tan vital cuando había estado a las puertas de la muerte a sus pies. Sonrió y le tendió la mano.

-Buenos días, profesor Snape.

El pocionista miró la mano con escepticismo y añadió:

-No necesito su caridad ni su civismo por el mero hecho de ser conocedor de mis recuerdos. Ambos sabemos que debería haber muerto...

-Cuando una persona se equivoca, tiene que dar marcha atrás y pedir disculpas y he venido a eso mismo. Lo siento mucho, Severus Snape.

El rostro del profesor adoptó cierto gesto de sorpresa. ¿Potter pidiéndole disculpas? Seguro que solo intentaba quedar bien para no manchar su reputación.

-No pierda el tiempo. Vaya con sus amigos a proclamar heroicidades.

Harry suspiró. Quizás debería irse, pero...algo le instaba a quedarse allí.

-Preferiría quedarme si no es mucha molestia, la casa se me cae encima. Demasiada soledad.

-¿Soledad? ¿San Potter solo? Eso sí que es noticia. ¿Su amiga Weasley se ha cansado de darle carantoñas?

-Eso parece...

La ceja de Snape se inclinó hacia arriba. ¿No iba a responderle con alguna insolencia?

-¿Y la sabelotodo insufrible y el otro pelirrojo? No me diga que ellos han dado de baja su amistad.

-No, están con sus respectivas familias y no creo que nos veamos hasta dentro de unas semanas.

-No se haga la víctima con eso de las familias Potter. Es usted la persona más famosa del mundo mágico, alguien habrá por ahí con quien compartir su soledad.

-No quiero estar con nadie que solo vea en mi al niño que sobrevivió, profesor. Soy una persona más-Severus estuvo a punto de interrumpirle pero el ojiverde añadió-En cuanto a mi soledad, ya la estoy compartiendo aquí con usted.

-Qué buen gusto-dijo con sarcasmo Snape.

-Pues sí, alguien que es capaz de amar como usted es un digno ejemplo.

-Oh, Potter, deje las ñoñerías o terminaré vomitando.

-No, usted la quería y creo que jamás he visto un amor como el que profesaba a mi madre.

Severus Snape apartó la mirada hacia el suelo. Había que reconocer que Potter estaba consiguiendo ruborizarle y hacerle sentir mejor, pero no quería la lástima de nadie.

-Espero que su brillante mente...

-Pare, profesor...No estoy aquí para compadecerle o hacerle creer que me da lástima. Solo me gustaría poder hablar de ella...de Lily con usted. E...intentar dejar rencores atrás y llegar a ser amigos...o al menos soportarnos el uno al otro. Nos parecemos más de lo que usted cree. Sólo tiene que querer verlo.

-Potter...

-Para mí el héroe es el Príncipe Mestizo, no yo.

Continuará...

Quiero ser el siempre del Príncipe MestizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora