Quiero ser el siempre del Príncipe Mestizo

En La Hilandera

Severus Snape se levantó de la cama con cierto dolor en el cuello. Las heridas que le habían dejado Nagini no terminaban de cicatrizar y serían curadas con el paso del tiempo. Miró por la ventaba que daba de la habitación del hospital a la calle. Veía el alivio en todos los transeúntes que pasaban por allí. La caída del Señor Tenebroso no dejaba de ser la mejor noticia en años para el mundo mágico.
En su mente resonaban aún las palabras de Potter quién en dos semanas no había vuelto a aparecer. Un atisbo de preocupación le surcó la mente. ¿Y si caía en manos de algún mortífago que andase suelto? Era improbable, el chico no podía ser tan inconsciente para ello.
Toc toc
Albus Dumbledore asomó con una sonrisa enorme por la puerta. Sus manos se movían veloces intentando desenvolver un caramelo de limón.

-Buenos días, Severus. ¿Cómo estás?

-Radiante-respondió el pocionista con sarcasmo.

-Oh, estupendo. Acabo de hablar con tu medimago de cabecera y me ha dicho que podrías irte a casa esta misma tarde.

-Bien, así podré estar solo.

-Oh, no, no, Severus. La condición es que estés acompañado por alguien por si surgiera algún imprevisto.

Severus Snape gruñó con resignación y añadió:

-¿Y quién será mi niñera?

-Yo mismo-dijo el director de Hogwarts ampliando aún más su sonrisa.-Y Harry se ha ofrecido para ayudarnos con las tareas del hogar.

La ceja del pocionista se inclinó hacia arriba y torció el gesto.

-¿Potter? ¿En mi casa?

-Oh, sí, se lo propuse yo. Estoy algo preocupado por él y no quisiera que andase por ahí solo.

-¿Qué le preocupa de él?

-No sé, le veo algo desmejorado. Más pálido y delgado, más inhibido...Temo que la guerra haya hecho mella en él.

Severus Snape prefirió no protestar ante la idea descabellada de Dumbledore de meterse con Potter en su casa, pero había cierta inquietud en saber qué le pasaba al chico así pues aceptó.

Unas horas después, el anciano director y Snape se encontraban en la calle de la Hilandera frente a la puerta de la casa del pocionista. Éste agitó la varita y la puerta se abrió. En el rellano del portal tuvo que murmurar algunos desencantamientos para evitar males mayores con la casa.

Albus Dumbledore miraba con curiosidad cada rincón de la casa. No recordaba haber visitado aquella morada en ninguna ocasión y no dejaba de ser excitante el hacerlo en esos momentos ante la escrutadora mirada de Severus.

-Mire y coja lo que quiera, aunque le agradecería que no revolviese nada en mi despacho de formulación.

-¿Puedo ver tus libros Severus?-dijo Albus maravillado con la biblioteca tan extensa del pocionista.

-Sírvase usted mismo.

Severus dio una habitación al anciano director con dos camas en el caso de que Potter fuera a acoplarse a aquel circo. Pronto llegó la hora de dormir y el transcurso de un nuevo día.

A la mañana siguiente, Severus y Albus leían en el sofá en completo silencio cuando unos toques en la puerta les interrumpieron. Antes de que pudiera levantarse Severus, Albus Dumbledore ya estaba abriendo la puerta dejando entrar a la casa a Harry Potter.

-Buenos días, profesor Dumbledore, profesor Snape-dijo Harry que tenía unas enormes ojeras bajo sus ojos.

Severus Snape no puedo evitar examinar al chico. Albus tenía razón. Había cierto aura de melancolía a su alrededor y su aspecto daba una sensación de dejadez.

-Potter...bienvenido.

El muchacho se sorprendió al no ser recibido con alguna ironía o sarcasmo. Albus y él empezaron a repartirse las tareas de limpieza, orden y demás de la casa de Severus mientras éste sólo tenía que reposar. Así transcurrió toda una mañana y llegó la hora de la comida. Harry se sintió algo apurado puesto que aunque sabía cocinar, no era su fuerte y Albus llevaba tanto tiempo acostumbrado a que le cocinasen que tampoco sabía salir del apuro.
Severus Snape sonrió con socarronería al ver a "ese par de grandes magos" intentando meterse en los fogones. Conocía a ambos y sabía que podían llegar a ser tan orgullosos de no admitir sus carencias. "Orgullo Gryffindor".

-No quiero ser un parásito mantenido y que aprovechéis la oportunidad de envenenarme. Id a descansar, me ocupo yo de la comida.

-Pero profesor Snape...el médico le pidió reposo.

-Potter, en la cocina no hace falta dar brincos. Solo se mueven las manos.-dijo el pocionista con tono de obviedad.

-Gracias Severus-añadió Dumbledore tirando del joven para salir de ese terreno tan complicado que era la gastronomía.

Cuando Severus hubo preparado la comida, sirvió los platos y llamó al par de magos a la mesa. Tanto Albus como Harry se quedaron maravillados con el sabor del plato.

-Oh, Severus, esto está exquisito. ¿Quién te enseñó a cocinar?

-Cierto, profesor. Está muy bueno-añadió el joven Potter.

-Dejen de hacer la pelota y coman. No tiene ningún secreto. Hacer la comida es lo más parecido a preparar una poción.

Por la tarde, Albus cayó rendido en el sofá durmiendo a pierna suelta mientras Harry miraba curioso algunos de los tomos que el profesor tenía en la biblioteca. Fue a buscar al pocionista para hablar con él y vio cómo este arropaba con una manta al anciano director. Sonrió.
Vaya...después de todo Snape no era el malo esperado.

-Profesor, me gustaría enseñarle un libro.-dijo el muchacho.

-¿Potter con un libro en sus manos? Creo que deberíamos llamar a "El Profeta" esto es una buena nueva.

-Venga, profesor. Sigo siendo el incompetente de siempre, no es un libro como el que usted cree.

Snape condujo al muchacho hasta su despacho y le señaló que se sentase en un sillón de piel negra. El pocionista se sentó junto al muchacho a la vez que se servía una copa de vino del 86.

-¿Quiere?-preguntó el ojinegro con la cordialidad propia de un buen anfitrión.

-No, gracias.

El joven sacó un libro de color blanco mate y lo puso sobre las piernas del pocionista. Había encontrado ese libro en Grimmauld Place hacía una semana. Debía estar con ese hombre.

-Ábralo.

La ceja del pocionista se inclinó hacia arriba ante la insistencia de Potter con aquel libro. Obedeció y su rostro no pudo hacer otra cosa más que cambiar. 

"Los mejores recuerdos"
1971-1975
Bajo ese título y esa fecha el rostro  de Lily sonreía tímida a los ojos de Severus. Él tragó saliva y apretó los puños. Lily...
Con la yema de los dedos acarició la mejilla de la pelirroja de la fotografía y susurró:

-Mi vida.

Una lágrima silenciosa escapó de los ojos negros y después otra...y otra. Harry no pudo evitar conmoverse y sus ojos copiaron a los de Severus Snape.
Y sin saber por qué su mano acarició la mejilla del hombre y  retiró las lágrimas que empapaban la cara del hombre.
Severus notó el contacto y enfrentó las orbes negras con las esmeraldas.

Continuará...