Nueve meses después, una nena apareció. La llame Camila, y con sus ojos gires me observó.
Su padre del alma, aquel que fue mi amigo, juro y perjuró. Que junto a mí le enseñaríamos que ningún hombre, nunca, la mano debería levantarle y que una relación sexual a la fuerza no lleva a nada.
Mi hija, a diferencia de su madre, crecería fuerte y preparada. Los únicos golpes que recibiría, serían los de cuando aprendería la bicicleta manejar.
Fin.
ESTÁS LEYENDO
Mi yo oculto
ContoNadie es perfecto. Pero él si. Debería esforzarme por ser lo que él quiere, tiene razón en castigarme. Historia que contiene escenas de abuso físico y sexual, se recomienda discreción.