30. Una nena

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Nueve meses después, una nena apareció. La llame Camila, y con sus ojos gires me observó.

Su padre del alma, aquel que fue mi amigo, juro y perjuró. Que junto a mí le enseñaríamos que ningún hombre, nunca, la mano debería levantarle y que una relación sexual a la fuerza no lleva a nada.

Mi hija, a diferencia de su madre, crecería fuerte y preparada. Los únicos golpes que recibiría, serían los de cuando aprendería  la bicicleta manejar.

Fin.

Mi yo ocultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora