Capitulo 1.

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3 años después del apocalipsis.

Aquella mañana se levantó un tanto nervioso.
Quizá por las pesadillas de todas las noches o por la banda sonora de disparos que cada madrugada invadía las calles.

Echaba de menos el Sol que cada mañana entraba fulminante por la ventana de la habitación, ese Sol que desapareció cubrido por aquella odiosa nube de polvo. Echaba de menos la playa, poder salir cuando quisiera a correr o si quiera a pasear. Al menos hacerlo sin el temor de que a cada momento pueda llegar alguien y disparar por la espalda para conseguir las provisiones que había dentro de su casa.

Tras la caída del gobierno y la posterior guerra civil se crearon enormes mafias que controlaban la calle. Dirigidas por antiguos multimillonarios que antes de que el dinero dejara de tener valor compraron las suficientes provisiones como para tener sus propios mini-ejércitos privados para su protección, y ya de paso para conquistar territorio de la calle, secuestrar gente y hacer que roben y maten para los 'jefes' de estas organizaciones.

Todo estaba completamente desmadrado.

-Jake. - Se escuchó al otro lado del pasillo.
Atravesó el marco de la puerta de su habitación, cogiendo la escopeta que había apoyada bajo el dintel de la puerta.
Al llegar al salón contempló una señora mayor, muy mayor, que aguardaba sentada débilmente en una mecedora.

-Buenos días, abuela. ¿Cómo estás?- Jake vivía con su abuela desde los 14 años, cuando sus padres murieron en un accidente aéreo. El piloto iba completamente drogado y copiloto no pudo hacer nada para evitar que el avión desapareciera en medio del Atlántico. Desde entonces quedó marcado para siempre, cogiendo un terrible miedo a los aviones y cualquier cosa que volara en general.

-Oh, bien, bien. ¿Cuantas latas de comida quedan? - preguntó mirando hacia la cocina, cuya puerta se encontraba unos metros a su derecha.
-Nos quedan unas veinte todavía. Aunque debería salir por un poco de agua, queda sólo medio litro.- explicó bajando su mirada al suelo y apoyando la mano sobre la parte izquierda de su cara.

Se levantó en dirección a la cocina, con la intención de coger una de las dos latas de salchichas cocidas que podían permitirse gastar al día.
Un terrible estruendo lo hizo parar en seco, clavando su mirada en una de las ventanas cubierta hasta arriba por tablones de madera clavados a la pared.
Se asomó por una de las rendijas que quedaban entre tablón y tablón. Pudo ver como un grupo de cuatro encapuchados en moto perseguía a un pobre hombre que corría desesperado con una botella de cinco litros de agua en su mano derecha.
El hombre, totalmente desarmado, cayó de cruces contra el suelo con un disparo en la cabeza que le venía de la 9mm de uno de sus perseguidores.
La escena tuvo lugar a unos veinte metros de la puerta de su casa, justo delante suya. Los ojos de Jake se fijaron en la mirada ya inerte del hombre, que cayó con la cabeza mirando justo hacia la ventana por la que Jake observaba tan sangrienta escena.

-¿Qué ha pasado?- preguntó la abuela, elevando levemente la cabeza para intentar saber lo que ocurría.
-Nada, es sólo... Bueno, no es buen momento para ir a buscar agua.- dijo aún mirando por la ventana. Se fijó esta vez en los atacantes.
Iban vestidos prácticamente iguales, con vaqueros y botas militares. Uno con un revólver 9mm, dos con escopetas y un cuarto con una MP-7.
Pudo ver como todos ellos dejaban lucir el mismo parche cosido en el pecho de la chaqueta que llevaban. Un símbolo formado por un cuchillo en el centro, rodeado de una corona de laurel y con una inscripción debajo que decía "Akros".

Pasaron los minutos, las horas. Llegó el atardecer. O al menos eso se deducía. La capa de polvo que cubría el cielo era tan espeso que apenas dejaba pasar la luz en un día soleado. Con el descenso de la luz me empecé a preparar para ir a buscar agua.
Aprovechando la oscuridad saldría en dirección a casa del sr. Moore, el vecino chiflado que vivía a dos casas de él. Murió intentando arrebatarle las provisiones que transportaban hombres de alguna de las mafias de la zona. Era un hombre apasionado de las armas, tenía un auténtico arsenal. De hecho, murió cuando la granada que quería tirar en su atraco se le quedó enganchada a un hilo suelto de su guante. Morir de una forma tan tonta tras sobrevivir a un apocalipsis.

A Jake no le gustaba nada salir de noche. No le gustaba salir, en general. Comprensible con tal situación, aunque era una persona mejor preparada que cualquier otra al haber aprobado las pruebas para el ejército y haber realizado un año de prácticas y maniobras con el sexto batallón de Marines.
Se vistió completamente de negro, se puso una rodillera sólo en su rodilla derecha. Se puso un gorro que le tapaba hasta las orejas y se untó grasa para motores por la cara para camuflarse completamente en la oscuridad.
La bayoneta del ejército a su lado izquierdo y la escopeta sujeta con las dos manos por delante suya.
La abuela ya estaba dormida, no podía moverse mucho por problemas con la cadera, así que seguía en la mecedora del salón aunque más acomodada con una serie de cojines y mantas. Jake llegó al salón listo para su excursión al exterior. Observó unos segundos a su abuela, pensando en todo lo que había hecho por él en su vida, en como se convirtió en una madre cuando la suya desapareció en el fondo del océano. Tras unos segundos, abrió la puerta que daba al patio trasero y salió, mirando cautelosamente a ambos lados del patio.
Daba pasos lentos. Intentando no hacer ni el más mínimo ruido. Desde el espacio que había entre su casa y la deshabitada casa del vecino pudo ver un grupo de tres personas en la esquina de la calle, alrededor de una fogata en un bidón.
Intentó darse prisa en su cometido. Y al llegar al patio trasero del sr. Moore forzó la cerradura y entró lentamente.
Entró en la casa completamente a oscuras, escopeta en mano y dando un paso cada vez que miraba a cada lado, asegurándose de que no hubiera nadie escondido que pudiera dañarle.
Tras unos minutos de chequeo habitación por habitación y de asegurarse de que estaba solo comenzó su búsqueda. Puso la cocina patas arriba, desmontó cajones y muebles en busca de un poco de agua embotellada. Los grifos no funcionaban, al igual que tampoco había electricidad en las casas tras los disturbios. Estuvo varias horas buscando y rebuscando, ya no solo en la cocina, dormitorios y baños también fueron registrados y nada. Probablemente esos mal nacidos de Akros hubieran entrado ya para saquearlo todo.
Casi se dio por vencido a eso de las tres y media de la mañana. Se sentó en el sofá, agotado de buscar sin resultado. Soltó la escopeta a uno de sus lados y descanso unos minutos apoyando su cabeza hacia detrás. Permaneció así unos minutos, con los ojos cerrados. Por un instante parecía que todo estaba tranquilo. No se escuchaban disparos, gente gritar ni explosiones. Incluso llegó a preguntarse si no se había quedado dormido y no estaba más que en un bonito sueño en el que por una noche nadie más moría. Pues no, no lo estaba. Escuchó unos pasos en el jardín, en el jardín de la casa. Alguien se movía fuera. Su corazón comenzó a latir, cada vez más rápido, sentía sus latidos en la boca, recordando la imagen del hombre asesinado frente a su puerta. Abrió la puerta trasera apuntando con la escopeta, mirando desde dentro de la casa lo poco que se veía del jardín.
Comenzó a andar hacia fuera. Los pasos ya no se escuchaban. Avanzaba muy lentamente, sin prisas, esperando que quien sea que estuviera ahí se pusiera delante para poder disparar. Tras unos pasos salió por completo de la casa, bajó las escaleras que separaban el porche de atrás con el patio y se quedó callado, quieto expectante a cualquier sonido.
De repente los pasos sonaron justo detrás suya.
-Ni se te ocurra moverte o te abro la cabeza.
Notaba como el frío cañón de un arma se posaba sobre su nuca.

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2016 ⏰

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