I.

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Era invierno, y el frío me congelaba hasta las pestañas. Llevaba dos horas sentada en mi habitual lugar para pedir limosnas, y hasta ahora solo había conseguido miradas de desprecio, un par de euros y más nieve en el cabello.

Me abrazaba a mi misma mientras intentaba atraer algo de calor a mi cuerpo.

Una señora y su hijo venían saliendo en ese momento del supermercado que estaba justo a mi lado. El pequeño me miró y algo en su mirada me dijo que sentía lastima por mi, ¿pero qué más se podía sentir por una mendiga huérfana de veinte años?

-Mami -oí decir al niño- ¿puedo darle unas monedas a ella? -me apuntó. Levanté mi mirada hacia ellos y la mujer me miró con pena e incomodidad. Normal en la gente, ya que muchos de los de la clase media no se fian de los mendigos.

-Bueno, mi niño -le dio unos cinco euros y comenzó a hurgar en su bolsa de compras, sacando de allí una lata de atún y un pan.

El niño se situó frente a mi, para enseguida agacharse y depositar el dinero en la lata que tenía en frente.

-Ojalá te sirva de algo -me dijo con una sonrisa inocente, la cual, conteste con una sonrisa débil por el frío.

-Muchas gracias -dije mientras mis dientes castañeaban.

La madre del pequeño, me dio el atún y el pan mientras me miraba con ojos sinceros y bondadosos, para enseguida decirme: -No podemos hacer mucho por ti, pero acepta esto de nuestra parte.

-Nunca os olvidaré -dije cogiendo la lata y el trozo de pan.

Ambos me dieron una última sonrisa, para luego voltearse e irse hacia su hogar.

Hogar...esa palabra ya me es muy ajena.

****

Ya estaba oscureciendo y era hora de volver a mi escondite.

Caminé hacia una valla publicitaria y subí las escaleras que llevan a la parte trasera del cartel. Al llegar arriba, me encontré con Ceniza, la gata negra de oreja cortada que me hace compañía. Ella se cuida por si sola, sabe bajar y subir a la valla aunque ni siquiera sé como lo hace. Va a cazar al campo algunas ratas y de ello se alimenta.

Fue un día largo y duro, pero es hora de descansar. Después de todo, debo repetir la rutina mañana.

****
Ceniza se puso a maullar a la mitad de la noche, haciendo que me despertara.

-Ceniza, ¿qué cojones te pasa? No sabes que es como media noche ya? -me levanté a buscar a la gata despertador cuando me percaté de unos buses coloridos pasando por la calle que está al lado de la valla.

-¿Qué estará pasando ahí abajo que vienen tantos autos? -dije sentándome en la orilla para mirar mejor.

Uno de los buses se había dañado y todos los pasajeros tuvieron que bajar. Habían niños, adultos, de todo en realidad.

-Mhm, que mal. Bueno, mejor vamos a dormir -le dije a Ceniza, que me maulló en respuesta.

Me recosté en el viejo colchón con los resortes salidos, mientras que Ceniza se echaba en su pequeño sillón.

Me cubrí con unas mantas para caer pronto en un sueño profundo.

STYLES <<Criada Desde La Miseria>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora