Sorpresa

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"Han pasado ya cinco meses desde que empezó todo este caos.
Hace ya que la perdí a ella, en esa fatídica noche, que empezó de una manera tan normal, y acabó de la manera más trágica posible.
Pero no es momento de regodearse en la auto compasión. Es momento de intentar sobrevivir a lo que se avecina.
Es hora de luchar."
Diario de Thomas, a día tres del quinto mes después del inicio del infierno.



Me encontraba caminando por las calles de mi antigua ciudad, habiendo transcurrido alrededor de cinco meses desde que todo esto empezó. Veo cómo ha cambiado de aquella tranquila y poco bulliciosa ciudad, a una desértica y destrozada ciudad. Sí que ha pasado tiempo, sí. 

Desde ese jodido día en el que este maldito infierno empezó. Quien me habría dicho que un día casi perfecto habría acabado de una manera tan estrepitosa. 

- Thomas, en serio, olvídalo ya. Han pasado 5 jodidos meses desde entonces. Céntrate en lo que importa ahora. Sobrevive- me dije a mi mismo, para autoconvencerme de que podría salir de esta. 

Decidí dirigirme a la gasolinera que se encontraba a dos manzanas de donde me encontraba. A ver si encontraba por el camino algún vehículo en el que viajar para así poder ir algo más rápido. Que desde que la moto se me rompió a unos kilómetros de la entrada de la ciudad, han pasado varios días y se nota que se tarda más en recorrer todo. 

Al pasar por un cruce, divisé que en la calle a mi derecha había una caravana, en lo que parecía unas muy buenas condiciones. Me monté en ella, y me dispuse a hacer un puente tal y como había aprendido a base de prueba y error esto últimos meses. Tras un par de intentos, logré arrancar la caravana, pero al revisar cuanto carburante le quedaba, vi que necesitaba una recarga urgente. 

- Bueno, al menos tengo un lugar donde descansar, y ya no tendré que dormir al aire libre- dije para mí- ¡Si tiene hasta baño incorporado y todo!

Mientras conducía la caravana hacia la gasolinera, iba tarareando una de las canciones de AC/DC, Back in Black. Un clásico, pero que desde luego nunca olvidaría. Pero que, por desgracia, no podría volver a escuchar la versión original. Una pena que las baterías escasearan, y que no hubiese encontrado ninguna guitarra, porque sin dudarlo ni un segundo me la habría llevado para poder tocar alguna canción y así divertirme un rato. 

Una vez alcancé la gasolinera, decidí aparcar enfrente de la puerta para poder huir en caso necesario. Me bajé de la caravana, pistola en el bolsillo y bate con clavos en las manos, me adentré en la gasolinera, preparado para cualquier sorpresa. 

Tras asegurarme que no había zombies dentro de la gasolinera, me dispuse a revisar las estanterías y la parte de atrás para ver si podía conseguir algo de comida. Para mi sorpresa, encontré varias latas de comida en perfecto estado, algunas botellas de agua y dos bolsas de patatas fritas. ¡Dos bolsas de patatas fritas! Todo un lujo en estos días. Metí todo lo que pude en la mochila que llevaba, y decidí salir a meterlo todo en la caravana. 

Tras hacer todos los viajes pertinentes entre la gasolinera y la caravana, llevando las provisiones que había encontrado, me puse a repostar la caravana. Debía rellenar no sólo el depósito de la caravana, sino también un par de bidones para poder repostar por el camino. 

Cuando me encontraba terminando de llenar los bidones, un grito de mujer se alzó de entre el silencio que se había adueñado de las calles. Provenía de un edificio de apartamentos, a solo unos pasos de aquí. Decidí acercarme para ver si podía ayudar a esa mujer en peligro. 

Cuando alcancé la puerta del edificio, me choqué con una chica que salía corriendo, y ambos nos caímos.

- ¡A ver si miras por donde vas!- grité.

La chica me ignoró completamente, se levantó y siguió corriendo como si nada. No paraba de darse la vuelta a mirar hacia la puerta, y ya entendí el motivo de no pararse a hablar. No dudé ni un segundo y la seguí, intentando alcanzarla. Pero era muy rápida, la condenada. Alcanzó antes que yo la caravana, y la puso en marcha.

- ¡Eh, la caravana es mía! !No te la lleves!- volví a gritar, rezando por que me escuchara.

- Pues o corres más rápido o te dejo en tierra chaval- dijo ella, aunque apenas la pude entender correctamente. 

De repente, un rugido inundó la calle. Uno de esos malditos chillones había salido del edificio, y se había puesto a gritar,  atrayendo a todos los zombies a unos kilómetros a la redonda.

- Hijo de puta... Como odio a esos- murmuró la chica. 

- Ya estoy, nos podemos ir- dije, sentándome en el asiento de copiloto, dado que ella ya había ocupado el de conductor.

- Mejor te dejo conducir a ti, dado que es tuya la caravana.

- Gracias. ¿Por donde escapamos?

Me puse a los mandos cuando un rugido se superpuso al grito del chillón. Un rugido gutural, grave y duro.

- Oh mierda...- dije.

- No sé qué ha sido eso, pero mejor poner pies en polvorosa y salir de aquí cuanto antes. 

Pisé el acelerador, y me llevé por delante a todos los zombis que habían estado saliendo del edificio. 

- Chúpate esa, chillón- dije, tras atropellar al chillón, acallando esos incesantes gritos. 

- Gira a la izquierda en el siguiente cruce. Me conozco un sitio donde nos podemos esconder para  - indicó ella. 

- Calla y déjame conducir. Tu mira a ver si algo nos sigue- la contesté, algo brusco. 

-  Creo que nos sigue algo.

- ¿Cómo es?

- No alcanzo a verlo con claridad. 

Y un rugido, exactamente igual al de hacía unos escasos minutos, sonó terriblemente cercano. 

- Estamos muy jodidos. Muy pero que muy jodidos. 

- Y que lo digas. Pero concéntrate en conducir y no mires atrás. 

Seguí conduciendo, esquivando los coches tirados en medio de la calle y girando siempre que podía para intentar distraer al zombie gigante, pero siempre se volvía a oír un rugido escasos segundos después de torcer en una esquina. 

- Mira, ahí hay un parquing, intentemos distraer al zombie bajando al sótano. 

- Buena idea- digo mientras conduzco a la caravana hacia el aparcamiento subterráneo. 

Una vez dentro del mismo, ya alejados de la puerta, apagué el motor y esperamos. Los segundos se hacían largos, nuestras respiraciones entrecortadas era lo único que llenaba el ambiente. Sentía cómo mi corazón palpitaba con fuerza, casi desbocado. La adrenalina recorría todo mi cuerpo, preparándome para la acción. Y el silencio se prolongó, y a cada segundo que pasaba estaba más seguro de haber dado esquinazo al titán. 

- Bueno parece que lo hemos despistado, ¿no? Ya podemos estar tranquilos- dijo ella, a media voz. 

- Shh, calla, que podrías confirmar dónde estamos con solo el sonido- le espeté, en un susurro, rezando por que ese monstruo no nos hubiese seguido hasta aquí abajo. 

Cuando, repentinamente, un rugido triunfal rompió el silencio. No cabía la menor duda

Nos había encontrado. 

Y ya no había ninguna salida. 

No había escapatoria.

No teníamos por dónde huir.  

Solo nos quedaba luchar. 

Rumbo a la Nación EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora