Maizales de amor.

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-Hey... - arrojó una pequeña piedra la joven que se encontraba oculta de entre los maizales para que de este modo Hunter le prestará atención sin que los hombres se percatarán de eso - oye ven, acompáñame un momento. - dijo mientras se lanzaba nuevamente al maizal.
-¿Qué quieres? - susurró mientras se adentraba en el maizal tratando de alcanzar a la delgada joven ubicada frente a el - Sabes que no puedo escaparme de esta manera, si seguimos así ellos se darán cuenta y pueden llegar a lastimar a tu familia...
-Lo siento - mientras pronunciaba estas palabras una sonrisa traviesa se asomaba en su rostro - pero de verdad me aburro demasiado en mi casa estando sola y pues, eres el único de mi edad que conozco en este lugar con el cual que puedo pasar las tardes - y lentamente comenzó a juguetear con Hunter dejando que las horas fluyeran en aquella tarde.
Cuando ya estaban de regreso al refugio, justo cuando la noche comenzaba a recaer en el inmenso lugar, escucharon unas voces extrañas las cuales buscaban exasperadamente algo con unas grandes antorchas. Hunter ya se imaginaba quienes eran esas personas y a quienes buscaban tan desesperadamente.
-Que extraño, nunca había visto a personas como esas en estos alrededores - volteó a ver a Hunter - probablemente estén buscando a...
-No, esto no es absolutamente nada bueno - en sus ojos podría notarse como las lágrimas exigían salir de su lugar - este lugar realmente me estaba gustando demasiado, especialmente estar contigo - dijo mientras miraba a Teresa a sus ojos verdes - no puedo seguir así, todos los días escapando por un error del que ni siquiera conozco algún detalle debido a que los adultos me dejan fuera de esto por alguna razón que, según ellos, jamás comprenderé - dijo mientras apretaba fuertemente sus puños - no quiero, no seguiré soportando esto así que, por favor, huye conmigo - soltó esta frase de manera desesperada tratando de encontrar una respuesta en los ojos verdes que lo miraban fijamente a los suyos - sé que lo que te pido es una locura pero por favor, eres una grandiosa mujer, de lo poco que te he conocido esta semana sé que ni en un millón de años podré sacarte de mi mente, por favor acepta a ser feliz conmigo.
Teresa pensó lentamente lo que el joven postrado frente a ella le pedía con tanta desesperación. Escaparse con él, eso significaría abandonarlo todo, dejar atrás su familia, su vida en la granja, huir con alguien apenas lleva una semana de convivir, alguien que a pesar de saber absolutamente nada de él, la tiene prisionera de unos sentimientos que nunca antes en su vida había experimentado, alguien que cambio sus tardes y le mostró cosas simples de la vida con las cuales sobrevivir. Pensó lentamente la situación mientras aquellas voces ajenas a la conversación se escuchaban cada vez más y más cerca, cada vez podía sentir que la luz estaría por tocar su pequeño y frágil cuerpo hasta que finalmente soltó en una oración...
-¡De acuerdo!, me iré contigo, abandonaré todo lo que me rodea para conocer una vida muy lejos de estos maizales - dijo con una gran determinación en su voz mientras tomaba la mano de quien sería su amor de por vida con el cual formaría una gran familia de seis hijos; cinco mujeres y un hombre.
Con el tiempo lograron construir su propia y amada casa, encontrando un encantador lugar en la ciudad de Oslo, Noruega. Respecto a la familia de Teresa, tiempo después le escribió cartas explicándoles su fuga y diciendo que ahora estaba casada con aquel joven que un día se apareció en el terreno de su cosecha, con el cual estaba formando una gran familia mientras que, los hombres los cuales cuidaban de Hunter, solamente volvieron a saber de ellos cuando uno de los tres falleció, su padre. Este le había mandado una carta poco tiempo antes de su muerte en la cual le deseaba que haya tenido una espectacular vida, pidiéndole disculpas por los años en los que tuvieron que estar en fuga. Anexo a la carta se encontraba un testamento en el cual decía que era heredero de una gran hacienda ubicada en su pueblo natal, comprendiendo de esta manera que, la razón por la cual vivían en constante persecución era porque demasiadas personas anhelaban ese terreno y estaban dispuestas a cualquier cosa con tal de obtenerlo. Reflexionó un momento todos esos hechos, prefiriendo ignorar lo escrito en la carta y prometiendo que jamás regresaría al lugar donde sufrió tanto tormento.

Dicta CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora