EL PRIMER DÍA de regreso al colegio es tal y como me lo esperaba, el pasillo se abre como el mar Rojo cuando entro yo, se acallan las conversaciones, las miradas flotan llenas de simpatía nerviosa y la gente me mira como si llevara el cadáver de Bailey en brazos, como supongo que así es. Llevo su muerte encima, lo sé, y todo el mundo lo nota, resulta tan evidente como si llevara puesto un enorme abrigo negro en un bonito día de primavera. Pero lo que no me esperaba es el inaudito revuelo causado por un chico nuevo, un tal Joe Fontaine, que apareció durante mi mes de ausencia. A dondequiera que vaya es lo mismo:
—¿Le has visto ya?
—Parece un gitano.
—Una estrella del rock.
—Un pirata.
—Me han dicho que toca en un grupo que se llama Dive.
—Que es un genio de la música.
—Alguien me ha contado que vivía en París.
—Que tocaba en la calle.
—¿Ya le has visto?
Yo sí que le he visto, porque cuando regreso a mi asiento en la banda de música, el que llevo ocupando todo el año, me lo encuentro allí sentado.Aunque estoy sumida en el dolor, paseo la mirada por sus botas negras, los kilómetros de piernas enfundadas en unos vaqueros, el torso interminable y por fin un rostro tan lleno de vida que me pregunto si habré interrumpido una conversación entre él y mi atril.
—¿Qué tal? —saluda, y se levanta de un salto. Es altísimo—. Tú debes de
ser Lennon —señala a mi nombre en la silla—. Me he enterado de lo de... lo
siento.
Me fijo en su manera de agarrar el clarinete, sin cuidado, lo agarra con fuerza por el cuello, como si fuera una espada.
—Gracias —digo, y cada centímetro de su rostro se transforma en una sonrisa.
Buf. ¿Habrá aparecido en el colegio montado en una ráfaga de viento procedente de otro mundo? El tío parece feliz como una perdiz, nada más lejos de la pose huraña que tanto nos costó terminar de perfeccionar a la mayoría de nosotros. Tiene un montón de rizos castaños despeinados de cualquier manera y pestañas largas como patas de araña que cuando pestañea parece que te golpea directamente con sus ojos verdes y brillantes.Su rostro es más abierto que un libro abierto, más bien como un muro lleno de pintadas. Me doy cuenta de que me estoy escribiendo «guau» con el dedo en el muslo, decido que lo mejor es abrir la boca para dar por terminado este improvisado concurso de miradas.
—Todo el mundo me llama Lennie —digo.
No es muy original, pero mejor que el «¿Eh?» que estaba a punto de soltar, y vale para salir del paso. Él se mira los pies un momento y yo respiro, preparando el segundo asalto.
—La verdad es que me tenía intrigado. ¿Es Lennon por John? —pregunta,
de nuevo aguantando mi mirada. Creo que voy a desmayarme. O a arder en llamas. Asiento con la cabeza.
—Mamá era muy hippie.
Después de todo, estamos en el norte del Norte de California: la última frontera del reino de lo estrafalario. Tan solo en el undécimo grado tenemos a una chica llamada Electricity (Electricidad), a un tipo llamado Magic Bus (Autobús Mágico) e innumerables flores: Tulip, Begonia y Poppy (Tulipán,Begonia y Amapola) —todos nombres verdaderos dados por sus padres y que aparecen en las partidas de nacimiento. Tulip es un armario empotrado de dos toneladas que sería la estrella de nuestro equipo de fútbol americano si fuéramos de esa clase de colegios que tienen un equipo de fútbol. Pero no lo somos. Somos de esa clase de colegios que tienen meditación por las mañanas en el gimnasio como optativa.
—Sí —dice Joe—. Mi madre también, y papá, como mis tías, tíos,
hermanos, primos... Bienvenida a la Comuna Fontaine. Yo suelto una carcajada:
—Ya me imagino.
Pero buf otra vez: ¿Será normal que me ría con tanta facilidad? ¿Y que me pueda sentir tan bien? Como bañarse en un río de agua fresca.
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El cielo Esta En Cualquier Lugar
SonstigesLennie Walker, de diecisiete años, lectora empedernida y fanática de la música, es segundo clarinete de la banda de su instituto. Vive feliz y sin contratiempos a la sombra de Bailey, su impetuosa hermana mayor. Pero...