Capitulo 3

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Me giro, preguntándome si alguien nos estará mirando y veo que Sarah acaba de entrar —más bien de irrumpir— en el aula de música.

—¡Lenníiiii! —se lanza hacia nosotros con su fantástico modelo de cowboy gótico: vestido vintage negro y ajustado, botas vaqueras de punta afilada, el pelo rubio teñido de un negro tan oscuro que parece azul, todo rematado con un enorme sombrero Stetson. Observo la velocidad suicida de su aproximación, por un momento me pregunto si de hecho va a saltar a mis brazos, cosa que intenta, con lo que las dos salimos patinando hacia Joe, que no sé cómo consigue mantener su equilibro, a la vez que el nuestro, evitando que volemos todos por la ventana. Así es Sarah, en plan suave.

—Muy bonito —le susurro al oído y ella me da un abrazo de oso, aunque tiene cuerpo de pájaro—. Vaya manera de impresionar al maravilloso chico nuevo.

Ella suelta una carcajada y resulta alucinante y a la vez desconcertante el tener entre mis brazos a alguien que tiembla de risa y no de sufrimiento. Sarah es la cínica más entusiasta del planeta. Sería una animadora perfecta si no le diera tanto asco el concepto del espíritu de instituto. Es una fanática de la literatura, como yo, pero lee cosas más oscuras, se leyó a Sartre en décimo curso -La náusea—, que es cuando empezó a vestir de negro (aunque vaya a la playa), a fumar tabaco (aunque parezca la chica más sana que existe), y a obsesionarse con su crisis existencial (aunque salga hasta las tantas de la mañana).

—Lennie, bienvenida de nuevo, querida —dice otra voz. El señor James, también conocido en mi mente como Yoda tanto por su aspecto exterior como por su encanto musical interno, se ha colocado de pie delante del piano y me mira con esa expresión de infinita tristeza a la que ya me he acostumbrado en los adultos—. Lo sentimos todos muchísimo.

—Gracias —digo, por centésima vez aquel día.

Sarah y Joe también me están mirando, Sarah preocupada y Joe con una sonrisa del tamaño de los Estados Unidos continentales. Me pregunto si mira así a todo el mundo. ¿Será un tarado? Sea lo que sea, o tenga lo que tenga, la cosa es contagiosa. Sin darme cuenta siquiera, me pongo a la altura de sus EEUU continentales y les añado Puerto Rico y Hawaii. Debo de parecer La viuda alegre. Por Dios. Y la cosa no queda ahí, porque de pronto me he puesto a pensar en cómo sería besarle, besarle de verdad. Vaya, hombre. Es un problema, nada típico de Lennie por cierto, que empezó (¿Pero qué demonios me está pasando?) en el funeral: Me estaba sumiendo en la oscuridad cuando, de pronto, todos los chicos empezaron a brillar. Amigos

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2016 ⏰

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