—Sam —suspiró el nombre con los ojos cerrados y el cuerpo arqueado en busca de más.
—Menina, meu amor —murmuró con la voz cargada de lujuria para después regalarle un generoso chupón a uno de los pezones, quedándose en el altar que ella le ofrecía, no sólo regalándose su respiración, sino que también le entregaba su vida en cada beso. Hasta que subió hasta su boca—. Gracias por regalarme los mejores despertares de mi vida.
—Gracias a ti por calentarme las mañanas —le sonrió dulcemente, mientras le acariciaba el rostro y con uno de los pulgares le repasaba los labios, que se encontraba hinchados y sonrojados como fiel muestra de que se habían deleitado con su piel.
—Mentirosa —reclamó ampliando la sonrisa y los ojos brillaron aún más. Sin poder ocultar su flagrante emoción ante las palabras de ella.
—No tengo porqué mentirte, calientas mis mañanas. Ahora estoy muy, pero muy caliente —jugueteó removiéndose y sintiendo la amenazante erección pasearse por la parte interna de sus muslos.
—Estoy totalmente convencido de que no sólo te caliento las mañanas, puedo calentarte cada minuto del día —dijo con total desparpajo y la besó, antes de que ella pudiese protestar.
Rachell correspondió pero por muy poco tiempo, con ambas manos le agarró el rostro y lo alejó, él muy cínico seguía sonriendo.
—Samuel Garnett y su insuperable ego —sonrió completamente feliz y entregada a ese momento. Él le gustaba de esa manera, así fue como la cautivó tanto como para aceptar vivir de manera definitiva con ese hombre—. Ya no debería discutir por eso.
—No, no deberías hacerlo, porque tienes a Samuel Garnett con todo su puto ego, suplicándote que le abras un poco más las piernas. No pido más —le pidió besándole la punta de la nariz y un jadeó liberó el tibio aliento, al sentir como una de las manos de Rachell se le aferraba a la erección, mientras le concedía la indulgencia de separar las piernas.
Fue ella quien tomó el control de la situación, al menos los primero minutos, porque esa pantera era indomable y siempre se imponía, enloqueciéndola con su arrebató, haciéndola gritar y aferrarse con devoción a lo que tuviese a mano, ya fuese el cuerpo bronceado de él o las almohadas; aunque la llevase a los limites donde no podía más, masoquistamente suplicaba por placer y entrega.
En medio de la nube que la envolvía sintió el peso divino del cuerpo tembloroso de Samuel desplomarse sobre ella, haciendo lentas y profundas penetraciones con cada descarga, tomándola por los cabellos, mientras escondía el rostro en el cuello, calentándolo con su aliento jadeante, aumentando el vapor que la envolvía.
—Feliz cumpleaños, menina —musitó y le regaló varios besos, entonces recordó que no debió decirlo, pero las emociones lo rebasaron.
—¿Qué día es hoy? —preguntó sonriente y extasiada. Ella misma no recordaba el día y estaba confundida entre sábado y domingo.
—Veintiuno de septiembre —lerecordó recobrando un poco las fuerzas y le dio varios besos en la mejilla,hasta llegar a la boca.
—No lo recordaba —se carcajeó y una vez más se enamoraba de esa faceta de Samuel recién cogido en la que tenía los pómulos furiosamente sonrojados—. Es decir pensé que era sábado.
—Ya no sabes, ni en qué día te tengo viviendo. Definitivamente te tengo mal Rachell Winstead —confesó con alegría, y aún mantenía los latidos de sus corazón acelerado y la sangre circulándole con rapidez.
—Ya quisieras —satirizó guiñándole un ojo—. No te adjudiques los créditos, se debe a todo el trabajo que tengo encima, y mis dos días de descanso se van en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué vas a regalarme? —empezó a acariciarle con las yemas de los dedos la espalda, tal vez como mimo porque minutos antes le había enterrado las uñas.
—No lo sé, he planeadoquedarme todo el día contigo.
—Es lo menos que puedes hacer —confesó elevando una ceja en señal de advertencia.
—Bien, entonces me quedaré todo el día contigo y te prepararé el desayuno, almuerzo y cena.
—Cereales para los tres platos—se carcajeó consciente de que Samuel no sabía más que servir leche en un tazón y echar cereales.
—Bueno, no los comes todos los días. Lo importante es que lo haré con amor para ti.
—Eso es suficiente —le dio un beso en los labios y le palmeó los hombros—. Vamos a bañarnos, que tenemos que ejercitarnos.
—Cogida matutina debería contar como una rutina de ejercicios —dijo levantándose y teniéndole la mano para que ella también lo hiciera.
—Se queman calorías, pero yo necesito tonificar mis músculos.
—Por eso no hay problema, porque te tengo unas posiciones en las que...
—Samuel Garnett —interrumpióen la explicación de él—. Camina al baño, guarda energías para esta noche, quequiero celebrar mi cumpleaños hasta muy tarde, tal vez hasta el veintidós—pidió adelantándose y en ese momento Snow salió de debajo del montón desábanas y la siguió, arremolinándosele en los pies, mientras suplicaba conalegría que lo cargara.
—En ese caso, vamos a bañarnos —corrió y la agarró por la cintura, sin el mínimo esfuerzo la cargó, ganándose ladridos del cachorro—. Te quedas afuera perro celoso —sentenció cerrando la puerta del baño.
La casa contaba con dos lugares apropiados para realizar la rutina de ejercicios, uno quedaba en la planta baja, donde estaban las máquinas y pesas; en el que ellos se encontraban estaba estratégicamente ubicado en el segundo piso.
Una pared lateral era enteramente de cristal y la otra de espejo, lo que hacía lucir el lugar realmente espacioso, con una maravillosa vista al bosque, con pisos de parqué, en un extremo había una barra de acero inoxidable de manera horizontal que servía para el estiramiento previo a cualquier rutina y lo suficientemente alejados para no interferir en las prácticas de capoeira, dos tubos de suelo a techo, que eran exclusivamente para que Rachell practicara cada vez que quisiera Pole dance.
De las tres semanas que llevaban viviendo en la nueva casa y que compartían como marido y mujer, aunque ningún contrato lo certificara, era primera vez que Samuel entraba al lugar en compañía de Rachell, porque a ella siempre se le hacía tarde para ir hasta Manhattan y sus mañanas de ejercicios prácticamente se habían estancado. Admitía que no le gustaba despertarla tan temprano, pero para él era imposible dejar de lado su religiosa rutina de ese arte que lo acercaba a las raíces que tanto adoraba, y su cuerpo estaba prácticamente programado a madrugar.
Y los fines de semana anteriores no habían salido de la habitación, dándole uso a la cama y dejando que las pasiones los gobernaran, así que por primera vez Rachell lo acompañaba en ese lugar.
—¿Si coloco un poco de música te distraería de la rutina? —preguntó Rachell, vestida con un short negro que dejaba ver la mitad de sus nalgas, un top de spandex que le llegaba debajo del busto, con unas tobilleras de lana, todo en color negro.
—No, puedo perfectamente practicar con cualquier tipo de música —alegó observando a través del espejo como Rachell se acercaba hasta el amplificador de sonido y se obligó a quitarle la mirada del culo.
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NO PIDO MÁS (relato celebracion cumpleaños de Rachell) Por Lily Perozo. Parte 1
RomanceLos tibios lengüetazos que impregnaban de saliva los dedos del pie derecho de Samuel y que poco a poco lo despertaban, se convirtieron en mordiscos que lo hicieron sobresaltar violentamente en la cama, haciendo que Rachell también despertara con el...