Prólogo: Metamorfosis

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H

ola, soy Nathan Grimes (aunque mis amigos me llaman Nate), un chico de 14 años, me gustan los videojuegos como cualquier chaval de mi edad. Aunque lo que más me gusta es la naturaleza, los animales, las plantas, el bosque... El bosque me relaja, puedo escuchar a los animales, el sonido del viento... Aunque aún no le encuentro el sentido a mi vida; dicen que cada persona nace para tener un meta, pero... ¿Cuál es mi meta, cuál es el sentido de mi vida?


Vayamos al grano, todo empezó un día en el que saqué a mi perro a pasear por las afueras del bosque, pasado un rato, se rompió la correa y mi perro se adentro en el bosque, lo cual no era muy bueno ya que estaba anocheciendo.

Lo busqué y lo llamé por todas partes, lo busqué hasta debajo de las rocas.

Entonces me pareció oírlo y salí corriendo hacia él, con la mala suerte de tropezar y caer en un hoyo, clavándome una especie de hueso o algo parecido en el brazo derecho, pero lo que no sabía es que ese hueso pertenecía a un licántropo.

A los dos minutos encontré a mi perro y lo amarré, pero mi brazo se hinchó tanto que parecía "Popeye".

De vuelta a casa me sentía mareado, fatigado y con ganas de dormir. Estando ya cerca de casa, me desplomé como si nada. Pasado un tiempo me desperté en el hospital, con el brazo vendado, una sonda en el brazo izquierdo y atado a la camilla del hospital. Curiosamente, ya no tenía el brazo hinchado, pero seguía sin comprender por qué estaba atado a la camilla de un hospital. En unos instantes llegó un médico y una enfermera. Pregunté por qué estaba atado a la camilla, y el médico me contestó:

- Chico, se nos hizo casi imposible traerte en la ambulancia, te retorcías y rugías como una bestia, además, no parabas de echar espuma blanca por la boca.

Entonces, asustado, pregunté por mi brazo. Y me dijeron que fue un corte sucio y profundo, así que tuvieron que operarme.

Semanas más tarde, en el recreo del instituto llegó Murray, el matón del instituto. Empezó a meterse con Bengy, mi mejor amigo. Intentamos ignorarle, pero ya empezó a usar las manos. En ese momento, furioso ya que no paraba de pegarle, le grité que parara. Me miró, y me ignoró. Así que le toque el hombro para pararle, a la vez que le dije "detente". Me pegó un empujón y me tiró al suelo. Y me dijo que me levantara, que enseñara lo que era capaz de hacer.

Me peleé con él, y me metió una paliza. Posteriormente me dijo:

- Estos nenazas nunca aprenden.

Me enfadé, me endafé muchísimo. Así que me abalancé hacia él y le embestí en la cara. Quedó inconsciente.

Todos me miraban, algunos con cara de asombro, pero la mayoría tenían miedo. Miedo de mí. Miré a Murray y me sorprendí, tenía el brazo desgarrado, entonces sentí un agudo dolor en el brazo derecho, la herida que me hice en aquel bosque se había abierto. Me desmayé.

Estaba en enfermería, con Bengy y dos amigos más a mi lado. Entonces Bengy me dijo:

- ¡Tío, eso ha sido increíble! ¿Cómo lo has hecho?

Y le contesté:

- ¿Lo qué?

Me dijo lo siguiente:

- ¡Tío, se te pusieron los ojos amarillos, te salieron colmillos y también garras!; al igual que pelo por la cara y los brazos, que asquito macho. Mira, lo he grabado todo.

Me enseñó el video, y me quedé atónito por lo que vieron mis ojos. No me lo podía creer. "¿Ese era yo?"

- Oye...  Macho...,  no le pases ese vídeo a NADIE - remarcando - por favor.

En ese momento me pregunté una gran cosa: "¿Tendría que usar ese poder para beneficio propio y ajeno? ¿Sería ese el sentido de mi vida?".

Quizás sea esa mi meta, la finalidad de mi existencia. Ahora me toca aprender a controlarlo, me queda un largo camino.

Diario de un lobo adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora