Capítulo 1

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-¡Mía, levántate! ¡Tienes que ir al colegio en treinta minutos!

¿Hay algo mejor que levantarse con la gloriosa voz de la mujer que te dio a luz? Sí. No levantarse...

Hoy, me entregan las notas del primer trimestre y estoy muy nerviosa. Según mis padres todo irá bien ya que he estudiado para los exámenes, he hechos mis deberes, participo en clase y bla bla bla. Pero no saben que he suspendido dos exámenes, los de física y mates... Me matarán si no las apruebo.

-¡Ya voy mujer!- grito mientras me levanto- Parece que ya te ha venido la menopausia...- digo lo último en un susurro, que al parecer ella ha oído.

-¿Qué has dicho?- dice entrando en mi habitación.

-He dicho que parece que... ¿te quiero mucho mami?- digo con la mejor sonrisa posible.

-Las adolescentes de ahora no tienen respeto por sus mayores, si yo le hubiera dicho eso a tu abuela, ahora no tendría dientes para explicarte lo que me habría hecho- dice resignada y con una sonrisa en su boca que intenta cubrir- Va, alístate rápido que Alicia quiere que la ayudes a comer su desayuno- dice por último antes de irse.

Con la gran motivación de darle de comer a mi hermana pequeña su desayuno, me levanto y comienzo a cambiarme.

En mi casa somos cuatro personas: mi papá Fernando, mi mamá Abril, mi hermana pequeña Alicia y yo, Mía. Mis padres se conocieron cuando estaban en la universidad, según mi padre fue amor a primera vista, al menos para él, porque mi madre en ese entonces era una rebelde que no creía en el amor y era acosada por un friki que la informática llamado Fernando. Poco a poco mi madre se fue encariñando con él, hasta que un día papá salió de la zona del amigo y se hizo su novio. Después se casaron, tuvieron sexo, mi madre se embarazó de mí, nací, algunos años después volvieron a tener sexo, se embarazó de mi hermana y diecisiete años después todos vivimos en un piso. Linda historia, ¿verdad?

Bueno, volviendo al tema de cambiarme de ropa creo que una camiseta básica blanca, una sudadera roja, unos tejanos y unas Converse negras serán más que suficientes para este día. Al salir me encuentro con mi papá tomando un café junto a mi mamá.

-Buenos días Mía- dice él con cariño. Con mi papá es con quien mejor relación tengo entre los dos. No es que me lleve mal con mi mamá o algo parecido, solo que él intenta ser más comprensivo respecto a mis problemas adolescentes.

-¡Hey!- respondo con el mejor humor mañanero que tengo.

-¡MÍA! ¿ME VAS A DAR DE COMER? ¿POR QUÉ TARDAS TANTO EN VENIR? ¿ACASO YA NO ME QUIERES? ¿ES ESO? ¿POR ESO NO VIENES A AYUDARME A COMER MIS CEREALES?- dice, no, más bien grita, mi dulce, dulce y pequeña manipuladora hermana.

-¡Ya voy!- le grito mientras giro mis ojos y camino hacia su cuarto- Hola bella durmiente, ¿has dormido bien?- le digo una vez entro a su habitación, la cual es el doble que la mía, vaya injusticia.

-Sí. Soñé que íbamos a Disney y conocíamos a Mickey, Minnie, el pato Donald, Daisy, Pluto, Goofy, Rapunz...

-Sí, sí, sí, lo entendí. Conocimos a muchos personajes ¿verdad?- le digo algo agobiada con tantos nombres de dibujos animados.

-¡SÍ! Y nos subíamos a toooodas las atracciones y ninguna me daba miedo- dice orgullosa de si misma.

-Que orgullosa estoy de ti- le digo- Ahora sí, a comer.

Caminamos hasta la cocina y le sirvo un tazón con leche y sus cereales con chispitas de chocolate. Al verlos, su cara se ilumina con el simple hecho de comer chocolate por las mañanas, cuando en teoría, no debería hacerlo.

INVASIÓN © <<PAUSADA>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora