Alguien la había cagado y quien la había cagado lo había hecho en grande.
Maldije por lo bajo en cuanto todo se fue a la mierda.
Todo iba como de costumbre, un día más de negocios para un miembro activo del BRC*. El trato, vender veinte mil kilos de coca a los coreanos, o como les decíamos en el Club, a los "amarillos" -a todos nuestros "clientes" los identificábamos por colores, algo como un jodido código secreto-.
Llegué al sitio de encuentro, un almacén abandonado a las orillas del muelle de la ciudad, a la hora pautada. A los pocos minutos, una camioneta Silverado negra se estacionó unos metros más allá de la entrada del almacén. De ella bajaron tres hombres, uno de ellos destacaba fuertemente, puesto que iba vestido de manera impecable, con traje de pingüino y toda esa mierda, era evidente que él era el cliente directo.
Tomé mi arma y mi cuchillo, ocultándolos en los bolsillos traseros de mi pantalón. Nunca, jamás, se debía confiar en un cliente, por muchos años de trato que se puedan tener con ellos, y mucho menos puedes ir desarmado al sitio del negocio, con mayor razón si te encontrabas jodidamente solo.
Salí de mi jeep Commander, llamando la atención de los sujetos de manera casi automática. Caminando con desgano me reuní con ellos.
-¿Lo tienes?- preguntó el trajeado en el instante en que llegué hasta ellos.
Lo fulminé con la mirada, parecía un maldito adicto.
-Obvio que no, idiota- respondí bruscamente-. Tengo la llave del almacén donde se encuentra y las coordenadas de este...
-Dámelas- ordenó, interrumpiendo mis palabras, cosa que me cabreó a más no poder.
Tensando todos los músculos de mi cuerpo y acercándome de manera amenazante al maldito pingüino, escupí:
-Primero me das todo el dinero, luego yo verifico que me estés entregando la cantidad correcta y después de esto, sólo después, te daré la maldita llave para que tú y la basura con la que andas puedan ir a darse un festín con la nieve, ¿de acuerdo?
El pingüino asintió, en señal de que había entendido mi amenaza.
El Gran Rayo, el líder del BRC, me mataría si se enterara de que había hecho que el contacto de los amarillos se orinara en los pantalones, pero el imbécil me había intentado dar una orden y, eso, malditamente no lo tolero.
Dejando a un lado todo su miedo y pensando únicamente en la fiesta que se daría con toda la droga, el pingüino ordenó algo al oído de uno de sus hombres, quien asintió una sola vez y dio la media vuelta, dirigiéndose a la camioneta y sacando de ella un maletín negro, el cual entregó luego al trajeado.
-Aquí tiene, señor- su trato había cambiado, el idiota me temía, como debía ser-. Todo es en efectivo, sin un céntimo menos. Espero lo disfrute.
Arranqué el objeto de sus manos y me dirigí al jeep, coloqué el maletín sobre el capó del auto y procedí a abrirlo para contar el dinero.
Iba a tomar el primer grupo de billetes cuando un ruido llamó mi atención, a lo lejos se podía escuchar el rugir de varios motores, rugido familiar para mí y que sabía no auguraba nada bueno. Eran los malditos moteros del Killer Tiger Club.
El maldito pingüino, aprovechando mi distracción y sin que yo me diera cuenta, tomó el maletín y se subió a su camioneta, con los otros dos parásitos siguiéndole los pasos, para luego arrancar a toda prisa y sin dejar nada más que sólo las marcas de los cauchos en el asfalto.
-¡Maldita sea!- grité, mientras corría al jeep y ponía la marcha atrás para salir pitando de allí. Si me quedaba probablemente crearía una masacre, cosa que llamaría demasiado la atención.
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Metal Road- Black Road Saga >> GaLe
FanfictionGajeel "Kurogane" Redfox, miembro activo del Black Road Motor Club, vendedor de armas y traficante de drogas. Toda su vida ha ido por los caminos oscuros del bajo mundo. Con un cuerpo cubierto de cicatrices, producto de todos los malos ratos vividos...