Podía escuchar sus pasos fuera de la habitación. Estaban cerca.
Por favor, que no entren de nuevo, no podría soportarlo...
El repiqueteo aumentaba a medida que se aproximaban al lugar donde me encontraba. Rezaba para que siguieran de largo, para que no me molestaran. Aunque sabía que era algo inútil, ellos entrarían y me tocarían de nuevo, siempre era lo mismo.
Hundí mi rostro entre mis rodillas, tapando mis oídos, tratando de alejar el sonido. Podía sentir su toque sobre mi piel, sobre mi cuerpo, en todos lados. Temblaba de miedo ante la espera. No los quería cerca de mí, a ninguno; pero, al mismo tiempo, quería que entraran de una buena vez, que hicieran todo lo que quisieran hacer y luego se fueran por donde vinieron, para así acabar con mí tortura del día.
El pomo de la puerta dio un giro hacia la izquierda, ya estaban por entrar. A pesar de saber que mi resistencia hacía que la tortura aumentara, tapé mi cuerpo desnudo con la sábana que se encontraba en el suelo y me escondí bajo la cama. Eso los enfurecería, pero mi miedo actuaba por mí. Era sólo el instinto básico y primitivo de supervivencia el que guiaba mis movimientos, sin importar que tan inútil fuera.
Pegándome lo más posible a la pared, casi al punto de fundirme con ella, me encogí, tratando de hacerme lo más pequeña posible, tal vez así no pudieran encontrarme. Tonta de mí, sabía que eso era imposible.
Conté los segundos. Diez, veinte, treinta. La puerta aún permanecía cerrada. Cuarenta, cincuenta, sesenta. Nadie entraba. ¿Se habían arrepentido? ¿Estaría a salvo por esa noche? Mi pecho se llenaba de esperanza. Aunque fuera por un día no sufriría a manos de esos animales. Sólo por hoy podía irme a la cama sin sentir dolor, sin ser usada como un objeto y abusada por ellos.
Y justo como en un sueño, tuve que despertar.
La puerta se abrió y yo me acurruqué aún más contra la pared, engañándome a mí misma, al igual que siempre, de que las sombras me ocultaría, que estaría a salvo en la oscuridad.
-Levy...- escuché susurrar- Levy... ¿Estás aquí?
Yukino me llamaba desde la puerta abierta. Era raro que estuviera fuera de la habitación que compartía con Rogue, a esta hora ninguna de las chicas debía de estar fuera. Ellos lo prohibían.
-Por favor, sal. Debemos irnos...
¿Irnos? ¿De qué hablaba? No quería salir, no iba a salir. Eso haría peor todo. Sí salía de la habitación sin su permiso ellos me harían cosas horribles, mucho más de las que me hacían a diario. Definitivamente me quedaría allí.
-Vamos, Levy. Sé que estás bajo la cama. Sal de allí antes de que vengan de nuevo. El ataque no durará mucho tiempo y la camioneta está afuera esperándonos- apuró.
¿De qué rayos me hablaba? ¿Camioneta? ¿Esperándonos? Mi curiosidad pudo más que mi miedo y me hizo salir de mi escondite. La expresión de Yukino fue de alivio en cuanto me vio, pero luego mudó a una de horror cuando se percató de mi estado.
-¡Oh, Lev!- murmuró, llevando su mano a su boca- ¡Mira lo que te han hecho!
-¡Yukino no hay tiempo! ¡Luego te lamentarás por ella! ¡Ahora, vámonos antes de que regresen!- gritó una voz al final del pasillo. Era Rogue, el novio de Yukino.
Al escuchar su voz di un respingo y emprendí mi camino de vuelta a las sombras. No confiaba en ninguno de los animales que frecuentaban ese lugar, sin importar si estaban involucrados con el grupo que me torturaba o no, para mí todos ellos eran iguales.
-¡Por el amor a Dios, Rogue! ¡La asustaste de nuevo!- le reprendió, antes de tomarme del brazo justo cuando me agachaba para entrar bajo la cama-. No vuelvas allí, Levy. Ya nos tenemos que ir y, sí no aprovechas esta oportunidad, no se te presentará una igual de nuevo.
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Metal Road- Black Road Saga >> GaLe
Fiksi PenggemarGajeel "Kurogane" Redfox, miembro activo del Black Road Motor Club, vendedor de armas y traficante de drogas. Toda su vida ha ido por los caminos oscuros del bajo mundo. Con un cuerpo cubierto de cicatrices, producto de todos los malos ratos vividos...