Capítulo 3: El Entierro

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Eran las 5 menos diez de la tarde, mi padre mi hermana y yo estábamos sentados en el salón, el silencio gobernaba aquella habitación, mi hermana tenía la mirada perdida, en ella reflejaba el dolor por la pérdida de una madre. Mi padre estaba destrozado, la quería mucho, y yo no era menos, me quedé mirando fijamente una foto sulla que estaba enmarcada en la mesilla del salón. Imposible no llorar, tras minutos mirando aquella fotografía las campanas de la iglesia local entonaron las campanadas fúnebres, era la hora del entierro.

Mi padre se levantó, miró hacia arriba y dijo:

-Es hora de irnos.

-Sí.-Contesté

-Quiero ir con mamá.-Dijo mi hermana sollozando.

-Mami, esta... en un lugar mejor, nos está viendo ahora mismo.-Le respondió mi padre.-Ahora vamonos, tenemos que despedirla...

Durante el camino hacia la parroquia me puse a pensar sobre la silueta, serían imagiciones mías, estaba todavía muy impactado por la noticia. Era un día frío de otoño, lo recuerdo un 26 de Noviembre. Junto a mi padre y hermana entramos en la iglesia. Los feligreses y familiares estaban asumidos en un inmenso silencio. No pude apartar la vista del cadaver de mi madre, que llacía sobre la ataúd rodeada de flores. Me acerqué a ella a tomarle de la mano y fue en ese momento cuando percibí que tenia una mancha negra en ésta. Bajo la mancha negra se situaba un signo, era una estrella de 5 puntas. No la miré mucho tiempo pues pensé que sería un tatuaje, aunque nunca me había fijado. Me senté en el banco y escuché el sermón por parte del sacerdote Abraham.

Tras la misa nos dirijimos al cementerio, mi padre pronunció mi nombre:

-Matheus, cuando yo falte, prométeme que le traerás a tu madre flore todas las semanas.

Asentí con la cabeza a la vez que miraba como introducían lentamente el ataud de mi madre. Una vez enterrado, todos los presentes allí nos arrodillamos a decir unas plegarias por el alma de mi madre.

Una vez en casa mi padre le dijo a mi hermana que si quería dormir con él y como era normal ella asintió con su pequeña cabeza. Yo tenía ya una edad, pero aun asi aquella noche me hubiera gustado tener alguien al que abrazarme. 

No cené aquel día, me acosté sin máspreambulos, apagué la luz y me puse a pensar sobre la marca que tenía mi madre en la muñeca. Fue entonces cuando parecí ver otra vez aquella silueta, debería de estar alucinando una vez más. Había algo que no encajaba, no creía en fantasmas ni nada de eso, pero mi madre no se suicidió, o porlomenos no por voluntad propia. Escuché unas voces provenientes del vosque. No entendía nada solo pude distinguir: "Savactum Bencebú Inmortale Exinuss". Pensé que era el vecino francés, mas tarde recordé que estaba de vacaciones, asi qué anote las palabras y caí rendido por el sueño.

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