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Eran las once de la mañana, cuando aparecía en la cocina. Ya había hecho sus maletas, ahora lo único que le faltaba era tomarse una tila y así calmar sus nervios. Que por culpa de ellos, no había pegado ojo en toda la noche. Era un poco idiota, por comerse tanto la cabeza cuando era algo que ella había buscado, algo que necesitaba con gran urgencia ¿Entonces, por qué sentía el estomago cerrado y el corazón encogido? Mira que era ridículo, no iba a realizar una tarea muy complicada. Bueno, eso creía. ¡Pero qué más daba! Tenía que ser positiva consigo, aquel cambio le iba a sentar de maravilla. El estar en un lugar diferente, rodeada de gente diferente. No, señor... No tenía nada que temer.

-¿Bueno, ya tienes las maletas hechas? –Le preguntó su tía Amalie, cuando bajó a desayunar más tarde de lo que acostumbraba.

-Sí, ya terminé –Comentó sentándose en una silla.

-Sigo sin estar muy de acuerdo –Habló Giselle-. Tan lejos...

-Solo va a ser un tiempo, no me va a ocurrir nada malo –Señaló también no muy convencida, era la primera vez que se iba a vivir sin sus tías-abuelas.

-¡Muy bien! –Acabó por aceptar Giselle, con un tono de exasperación-. Pero nos vas a dejar ayudarte, al dejarnos llevarte para llevar todos tus trastos mejor.

-Los trastos se quedan aquí, solo me llevo lo necesario. Además, no estoy para nada de acuerdo.

-¿En qué? –Preguntó Giselle.

-Pues, no quiero que os deis la paliza de conducir hasta el aeropuerto –Se preocupó por ellas.

-¿Aeropuerto? ¿Quién habla de él? –Rió con sarcasmo Amalie.

-¿Como te piensas, que voy a llegar a Nottingham? –Soltó con cierto retintín Ziria.

-Pues así querida –Y acto seguido con un simple chasquido de dedos, se encontraron las tres mujeres en los jardines del internado.

No se lo podía creer, aquello era imposible. Bueno no, que idiota... ¡Si eran brujas, coño! Pero jamás había oído que pudieran viajar de aquella manera tan refrescante ¿Es decir, lo típico no era que lo hicieran en escobas como marcaba la leyenda? Y ahora que se paraba a pensar, aquel poder en manos de sus tías-abuelas, ciertamente daba un poco de miedo...

-No me mires con esa cara –Dijo avergonzada Amalie-. Así es, también podemos hacer esto –Carraspeó un poco nerviosa la mujer mayor-. Siento que lo supieras de esta manera.

-Ahora, llego a comprender muchas más cosas.

-No te me enfades, tesoro –Pidió Amalie.

-No creo que se enfade –Refunfuñó con mal humor Giselle-. Pero devuélvenos ya a nuestra cocina. Te recuerdo que voy en camisón –Bramó en su oído.

-¡UY, es verdad! –Exclamó Amalie riéndose avergonzada por aquel despiste-. Vámonos.

Y en un segundo, volvieron a encontrarse en la cocina. Soportando la mirada dura de su hermana, quien le replicó por haber hecho aquello de forma tan impulsiva, y después se dirigió hacia la tostadora.

-¡Maldita sea, por tu culpa se le han enfriado las tostadas a Ziria! –Exclamó enfadada.

-No ocurre nada –Intentó calmarla con tono suave la joven-. También me gustan de esa manera.

-No te preocupes Ziria –Soltó con humor Amalie-. Lo que ocurre, es que ya sabes lo presumida que resulta ser Giselle... Imagínate, que un hombre...

Ante aquel comentario, la joven solo pudo echarse a reír a carcajadas.

-¿Pero el viajar de esa manera es un poco peligroso, te pueden descubrir? -Señaló ella.

Magia En NottinghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora