Violencia.

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  Sonia se llamaba, y era una mujer vivaracha antes de que me conociera. Era una persona que destacaba por los colores que nacían relucientes en su interior cuando sonreía. Comenzamos a compartir lecho cuando ya era mi vigésimo año vivido. Trabajaba en una tienda de lencería, en el centro del municipio. Ella era mi princesa, y no desperdiciaba ocasión para comunicárselo. Le encantaba oírlo. Sonia era capaz de dejar a su familia, a todos sus amigos, y seres apreciados, por pasar unos minutos a mi lado. Odiaba cuando prefería mantener una cita con aquella Natalia, antes de estar conmigo, ¡Con lo que yo la quería! Y ese maldito muchacho, Javier, la iba a recoger todos los días al trabajo. Estaba enamorado de ella. Pero seguro estoy de que sus sentimientos no eran tan valiosos y verdaderos como los míos hacia Sonia. Ella siempre se maquillaba y vestía falda para ir a su oficio, ¿Pero, para quién se maquillaba? No podía permitir que el amor de mi vida, se marchara y se fuera con el primer hombre que irrumpiera en su sendero. Ella no era capaz vivir sin mi tarjeta de crédito que costeaba todos sus caprichos. ¿Y si era eso a lo que quería, y no a mí? ¿Tras trabajar en aquella tienda se acicalaba para acostarse con Javier? Era una ramera, y no debía permitirlo, por su bien, por el bien de los dos. Esa tarde la esperé sentado en casa tras su trabajo y comencé a atracarla con preguntas. Llegamos al acuerdo de que jamás volvería a ver a ese tal Javier. Pero, mientras pasaban las semanas, sus actos de lealtad hacia mí fueron haciendo que sus amistades decrecieran hasta que únicamente sus posibles encuentros fueran conmigo. Fue después de un año cuando la asesté su primer golpe. Sonia había traicionado seriamente mi confianza al informarme de que cogía el coche, para hacer la compra, cuando en realidad su viaje era para la reunión con Natalia y sus demás amigas. En casa, al asociar la carencia de bolsas con la mentira realizada por mi mujer, mi cuerpo sintió el impulso de hacerla pagar por aquella puñalada. La comencé a besar, cada vez con más ímpetu, agresividad incontrolable, 'para' dijo, pero yo, continué, concluí mi tarea ya comenzada, y pasé por alto sus gritos y falsas súplicas, mientras ese ser se resistía a mis golpes y mis movimientos rítmicos. Permaneció desnuda tras aquel castigo el resto del día. Me disculpé contadas veces por aquellas acciones indignas de un hombre, y ella, desafortunada, escuchó mi perdón a diferencia de mí, que había obviado sus desesperados ruegos. Pero, al igual que el de mi madre, el cuerpo de Sonia, fue a lo largo de los daños, teñido por mis puños, su alma, destruida por los rayos que salían de mi boca. Y, es que Sonia siguió el mismo sendero de mi madre. Un día grisáceo, abandonó esa prisión en la que yo ahora descanso boca arriba, un día gris abandonó aquel hombre que reconcomía su existencia.

A diferencia de mi madre, mi mujer no tuvo la suficiente compasión, sensibilidad, para ejecutar una mera despedida. Serían cinco años más tarde cuando, su reavivada y sabia faz invadieran mi marco de visión a las doce de la noche en un callejón cualquiera. Ella estaba acompañada por dos de sus amigas, cuyas caras reconocía fácilmente. '¿Te acuerdas de mí?' dijo Sonia con una sonrisa astuta. A ella solo le bastó mi amedrentada mirada como para tratar de calmarme: 'Tranquilo, no te denunciaré, el tiempo lo cura todo'. Pero aquella afirmación fue mi sentencia de muerte. Ellas tres me dieron la espalda, dadas la mano, doblando la esquina.

Cuando llegué a casa, empecé a navegar en aquel mar de pensamientos, de tal forma que mi casa se convirtió en una lúgubre celda.

Una extraña fuerza, me impide girar el pomo de la puerta. Efectivamente, el tiempo pone a cada persona en su lugar.. Mi cuarto, mi peor y más lamentable enemigo, esas cuatro paredes que evocan recuerdos y acciones pasadas perturban mi vigilia, mi sueño, mi existencia. No estoy enfermo, tan solo, envenenado. Envenenado por mi pasado, por mi presente, incluso por mi futuro. Envenenado por mi desleal memoria. Envenenado por el machismo. Ya no hay cura. El tiempo ensangrentado de Sonia nunca cerrará sus heridas. Soy preso de mí y de mi recuerdo. Hoy cumplo condena.


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⏰ Última actualización: Feb 20, 2016 ⏰

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Hoy cumplo condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora