4. Sam

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-Está bien, mamá. –La escucho regañarme desde el otro lado de la línea - Lo recuerdo, estoy en camino, adiós.

Cuelgo y meto mi teléfono en el bolsillo trasero de mis jeans mientras las puertas del ascensor se cierran frente a mí.

Paso una mano por mi cabello exasperado, los almuerzos familiares pueden ser más que estresantes cuando tu madre es una obsesiva por el orden.

Apenas es jueves y estoy desesperado por un descanso, el trabajo con los niños en la escuela de artes ha estado bastante bien para ser la primera semana y mucho mejor al no tener que volver hasta el sábado.

Las puertas se abren en el vestíbulo y me arrastro hacia afuera camino al estacionamiento. Las nubes se acumulan sobre mi cabeza y parece que podría comenzar a llover en un parpadeo, abro la puerta trasera del coche y lanzo la bolsa de las cosas que me pidió mi madre antes de pasar a la puerta del conductor, mis ojos se desvían a unos cuando autos de distancia cuando el destello rojo llama mi atención.

Ella está sentada sobre el capo de su auto, su cabello cae en ondas sobre su espalda enfundada en un sweater verde musgo haciéndolo resaltar, sus brazos contra su pecho sosteniendo un libro en sus manos, con la mirada clavada en el cielo.

La sola vista de ella me deja sin aliento y lo sé sueno estúpido pero lo hace, mis ojos recorren su perfil y aunque todo lo que puedes ver es a una chica hermosa ahí sentada, si te fijas lo suficiente puedes apreciar la tristeza en cada rasgo de su rostro aun en la distancia.

Antes de que pueda pensarlo dos veces estoy caminando hacia Halley, la grava que cruje bajo mis pies parece captar su atención cuando me acerco y su mirada baja a la mía, sus cejas se elevan en sorpresa y salta de su auto.

-Hola –dice cambiando su peso de un pie a otro.

-Hola.

Ella se ve mucho más delgada desde la última vez que la vi si eso es posible, más frágil, como si pudiera romperse si la agarraras demasiado fuerte. Sus ojos color miel se ven apagados y demasiado grandes para su rostro de mejillas hundidas, las pecas salpicadas sobre su nariz resaltan sobre su pálida piel.

-¿No deberías estar en clases? –suelto sin querer. Me había enterado el otro día por Mark que ambos, su hermano Gabriel y ella siguen en el instituto, son apenas las diez así que debería tal vez en el tercer periodo o así.

Ella frunce el ceño con una sonrisa confusa en el rostro.

-¿Cómo siquiera sabes eso?

-Mark me lo dijo –Confieso encogiendo los hombro –Somos compañeros en la universidad.

Eleva una ceja.

-¿Cuántos años tienes?

-Veintiuno.

Asiente, mirándome un poco divertida.

-¿Debo asumir que ya sabes la mía? Porque parece ser que sabes lo suficiente de mí.

-No. En realidad, no –digo riendo por lo bajo –Solo pequeños datos robados sin querer.

Baja la mirada al suelo y una sonrisa aparece en sus labios pero se esfuma demasiado rápido.

-¿Demasiado acosador? -Bromea

-No, solo bueno consiguiendo información.

-Claro –Su mirada vuelve a la mía y a pesar de las bromas de ida y vuelta sus ojos siguen sin animarse.

Ella trata de ocultarlo tras su comportamiento gentil y despreocupado pero yo todavía puedo ver la tristeza detrás de ella y quiero preguntar, saber qué es lo que la preocupa pero no puedo, no tengo ese derecho.

Historia De Un Corazón Roto.Where stories live. Discover now