Los Resultados

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Me dirijo al hospital sentada en el asiento del bus, mis oídos embriagados por el sonido que emanan los audífonos que llevo puestos para distraer a mi mente de las preocupaciones que me agobian, mirando por la ventana los diferentes paisajes que se forman y los lugares que vamos dejando atrás, visualizo un parque, lleno de niños jugando, todos ríen mientras se mecen en las hamacas y se deslizan por el tobogán revelando esa felicidad tan peculiar que caracteriza a un niño. Sonrío.

Se me viene a la memoria cuando yo era una niña y mi madre me llevaba a ese mismo parque a jugar, todo era tan sencillo, las preocupaciones que tenía en ese tiempo eran simples, me preguntaba: "¿Por qué los peces no les da frio en el agua? ¿Por qué tenemos que ir a la escuela? ¿Quién inventó los números? ¿Por qué mis muñecas pueden abrir y cerrar los ojos?" y en ese tiempo pasaba horas especulando en un resultado ¡Como cambia todo! Unos años después desearía tener problemas como esos. Pero la cruda realidad era que debía de ir al hospital para que me dieran los resultados de unas pruebas que me habían realizado unos meses atrás.

...

Me encontraba en la sala de espera atenta para pasar cuando dijeran mi nombre; tenía las manos sudadas de los nervios ¿será que ya me habré liberado de esto? Y si me dicen que no ¿cuánto tiempo podré seguir aguantando? Estaba tan absorta en mis pensamientos que me sobresalte al escuchar —Hernández Monge Amanda—.
Me levante de mi asiento y camine con paso tembloroso hacia la sala.

—Buenas tardes, señorita Hernández tome asiento.

—Buenas tardes doctor― dije con nerviosismo.

― ¿Cómo se ha sentido estos días?

—muy bien doctor, no me he sentido tan mal —respire profundamente—pero al final no es como yo me sienta sino cuales son los resultados de mi examen. Por lo que él asintió.

—Ezra, ¿me podría pasar los resultados de la señorita por favor?

Cuando el doctor tomó en sus manos mis resultados me sentía muy asustada; hasta al punto que sentía como mi cabeza me daba vueltas. Sólo quería que me lo dijera ya, porque la espera era muy angustiante.

—seré claro con usted, no son buenas noticias ― Miró por unos segundos las hojas que tenía en sus manos y después continuó hablando, pero esta vez utilizando un tono de voz como el que utilizarías cuando le dices a un niño pequeño que su mascota a muerto ― todos los resultados concuerdan en que tienes una enfermedad conocida como: Philmoides Albónico, básicamente es un trastorno en el que el corazón no cumple en ocasiones con todas las funciones que debería, recibe las señales transmitidas por el cerebro pero a veces se le hace difícil llevar a cabo tareas importantes como bombear la sangre en el tiempo promedio que duraría un corazón sano, entre otras cosas, luego te daremos unos papeles con más información, otra cosa que debes saber es que no tiene cura. Pero lo que sí es recomendable al paciente es que todas las semanas asista a un monitoreo, y si es necesario aplicarle el tratamiento para que su cuerpo continúe con las funciones normales...

El me siguió explicando que con un buen tratamiento podría tener una expectativa de vida normal pero yo no podía ni procesar lo que él me decía sólo sentía una tristeza tan profunda que era como un peso en mi corazón.

Tan sólo pensaba en lo difícil que es haber crecido como una persona aparentemente sana y que te digan de repente que tienes una enfermedad crónica (lo que en mi mente significaba un jamás volverás a ser la misma siempre te sentirás cara a cara con la muerte) es como un golpe mortal contra la realidad de la vida.

En ese momento me di cuenta que el doctor me seguía dando recomendaciones que tendría que cumplir de ahora en adelante pero yo sólo pensaba en la sentencia de muerte que me habían dictado.

Mis ojos no paraban de derramar lágrimas que reflejaban el dolor que había en mis adentros. Nunca había llegado a sentir tanto nivel de tristeza; porque aunque no tenía ninguna dolencia física en ese momento, nada se compara a un dolor emocional, más cuando sabes que este te acompañara por el resto de tu vida.

Y yo no sólo pensaba en el dolor que esto me seguiría causando a mí, sino más que nada a las personas cercanas que me aman. Como mi mamá: ya me había hecho el suficiente daño el ver a mi mamá angustiada la primera vez que le confesé que me sentía muy mal, como corrió para llevarme al hospital y después como a sufrido todo este tiempo junto a mí al no tener una respuesta definitiva a mi enfermedad. También pensaba en mi hermanita que aunque peleábamos y nos molestábamos nunca era nada serio, yo la amaba y protegía como a nadie y ella, bueno ella desde pequeña me imita en lo que yo hiciera o decidiera siempre andaba detrás mío hablándome y contándome sus historias que creaba con su gran imaginación o sus pequeños problemas.

Mientras todas estas cosas se me pasaban por la mente lloraba cada vez más fuerte; hasta que el enfermero me pasó un vaso con agua y una servilleta.

...

Lo único que quería era llegar a mi casa, donde me esperaba Alicia, mi hermanita.

Apenas abrí la puerta Alicia se me lanzó a los brazos a abrazarme y yo le di unas pequeñas vueltas mientras ella reía a carcajadas; eso es lo que a mí me encantaba de los niños, que cuando un niño ríe sabes que es la sonrisa más sincera que hay y se nota que esa sonrisa le nace desde lo profundo de su corazón, además ellos son tan genuinamente felices y lo son porque logran ver más fácilmente que los adultos el lado divertido de la vida, ellos se ríen fácilmente y casi que se ríen por todo y pienso que si todas las personas imitáramos en ese sentido a los niños el mundo sería completamente diferente, al menos nuestra vida lo sería.

Después la baje y ella se fue corriendo a jugar, era sorprendente como me sentía tan emocionalmente mal y sin ninguna ganas de nada pero el abrazo sincero de una persona que quieres es como si te pusieran unas baterías recargadas y te dieran el ánimo para seguir luchando.

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