El Señor

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Lo peor de tener una enfermedad es el acostumbrarte a vivir con ella. No es algo a lo que se pueda renunciar. Sabes que está en juego tu vida y que si te rehúsas a recibir aún la más mínima indicación de tu tratamiento, te vas a perjudicar tarde o temprano.

En mi caso, ya estaba cansada de estar asistiendo, y no me pueden culpar; nunca había tenido por costumbre ir una vez por la semana al doctor.

De niña lloraba cada vez que mi mamá me llevaba al hospital, aunque fuera sólo para que me realizaran una revisión rutinaria, ¡como cambian las cosas!.

Hoy me encuentro saliendo del hospital, ya esto era algo "normal" para mí, y tendría que acostumbrarme pues se convirtió en mi vida desde hace ya algún tiempo.

Estoy a punto de sentarme en mi banca habitual, cuando algo logra captar mi atención.

Una carta se encuentra en la banca en la que planeo sentarme, como reflejo, dirijo mi mirada por el parque en busca de alguien que parezca haber dejado allí esa carta o parezca haberla escrito.

Porque no creo que nadie se halla tomado el tiempo de escribirla y haberla dejado en una banca, abandonada, a suerte de quien la lea.

A lo largo distingo a un señor, un poco mayor, que sostiene bajo su mano izquierda y sobre su pierna un bloc de hojas y con su otra mano escribe algo sobre un papel con una pluma.

Debe de pertenecer a este señor, me digo.

Por lo tanto, me acerco a el, con intenciones de devolvérsela.

—Buenas, señor — le digo cortés mente.

El sólo levanta la mirada hacia mi pero no me responde, sólo hace un ademán para que yo diga lo que tenga que decir. Así que me apresuro a seguir.

—Disculpe la molestia pero me acabo de encontrar esta carta en una banca por aquí cerca, y vi como usted escribía algo que me pareció ser una carta. Me preguntaba si era suya y tal vez la haya dejado allí, así que la traía para devolvérsela.

El señor la tomó para inspeccionarla con la mirada, que seguía siendo un poco cortante. Y me la devolvió negando con la cabeza el hecho de que le perteneciera.

Le dirigí una sonrisa que el no me correspondió, y me alejé caminando de vuelta a la banca donde me iba a sentar —que señor más antipático, ni siquiera se dignó a responderme. Ni siquiera me dirigió una sola palabra— pensé.

Otra duda surgió en mi cabeza. No es la primera vez que me encuentro una carta en esta banca, ya las he visto en ocasiones anteriores.

Sentada en la banca mire a mi alrededor, se encontraban varias personas con un rostro que reflejaban una gran tristeza. Puesto que el parque se encontraba al frente del Hospital, muchas personas iban allí a desahogarse en llanto o a distraerse de preocupaciones que les llenaba el hospital; ya fuera que tuvieran un familiar enfermo, o estuvieran esperando un temido resultado o acabarán de recibir una terrible noticia.

Cabía la posibilidad de que alguien anónimo se dedicara a crear cartas de consuelo y palabras motivadoras, para personas que se sintieran angustiadas. Con el propósito de darles ánimo. Lo cual tendría un poco de sentido, porque las cartas que me había encontrado semanas anteriores ¿que se habrían hecho? ¿quien se las habrá llevado?.

 Tal vez eso era lo que hacía el señor cuando me acerqué a el, podría ser que el no me contestara animosamente porque no quería que nadie se enterara que escribía.

Y si eran cartas motivadoras, lo mejor seria dejarla allí para que alguien realmente triste la aproveche.

Si eso haría, ademas si era alguna carta de amor no era de mi incumbencia darme cuenta de la vida de los demás.

Por lo tanto, coloqué la carta en una banca cercana. Para poderme sentar a releer mi libro. yo no me sentaría en otra banca, ademas así podría estar atenta para curiosear por si alguien llegaba a leerla.

Abrí la pagina de mi libro: "El Principito" y me adentre en su lectura, al tiempo de estar leyendo me tope con una frase que me capturo: <<Es el tiempo que has perdido con tú rosa lo que la hace ser tan importante>>.

¡que palabras tan acertadas!. Una de las grandes razones por las que amamos a una persona, es la historia que hemos compartido con ella. El tiempo que vivimos junto con ellas, los recuerdos que perduraran en nuestras memorias, es lo que produce el aprecio tan grande que tengamos por alguien.

Continué leyendo un rato mas hasta que vi que mi reloj marcaba las 3 p.m. Debería tomar ya el bus para que no se me hiciera tarde para ir al colegio.


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