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Presente.

—¡Despierta Lauren! —gritó la chica del cabello negro, tirándole una almohada al rostro— ¡Debemos irnos! Sabes lo mucho que me enfada las personas impuntuales.

La muchacha de cabello castaño, quien dormía en el sofá, se levantó de un salto y apoyando una mano en su frente dejó en claro su malestar. Inspeccionó su alrededor, se encontraba en su casa pero el pequeño apartamento estaba muy desordenado para su gusto y el olor a lavanda inundó sus fosas nasales. Bostezó adormilada, recordando haber limpiado el suelo, hace unas horas.

Al intentar levantarse sintió como las palomitas se aplastaban debajo de su pie, sintiéndose asqueada y recordando las películas del día anterior. Miró su vestimenta, todavía seguía en su pijama de conejos rosa y su amiga Tabitha se encontraba juntando las revistas del suelo.

—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó sobándose la frente.

—Oh por dios, la princesa se digno a hablar —bromeó ella pateando latas de gaseosa a cada paso, llevaba Converse azules y mostrando un manojo de llaves con pompones rosas—. Me diste la llave la semana pasada para buscar tus malditos tacones, nunca los encontré pero me quedé con estas.

—No debería estar aquí, me veo horrible —comentó la castaña mirándose en el espejo, a un lado de la puerta— y estoy despeinada. Que horror.

—Yo siempre estoy despeinada y no me quejo —protestó la morocha levantándose del suelo, luego de recoger papeles de diario—. Deberías ordenar este lugar, que el estúpido hayas encontrado al estúpido de Michael engañándote, no significa que termina el mundo.

—¡No me hables de él! Creí que había encontrado al indicado pero estaba equivocada.

—Dios, tienes veintidós años, deberías salir un poco y divertirte—habló su amiga, acercándose a ella, era más pequeña que Lauren—. No haces eso, desde que sale con él y la mejor medicina para olvidar a un ex, es divertirse un poco con otro chico.

—No, así no se solucionan los problemas...—negó Lauren— Todo lo que se necesita es helado y películas de acción. ¿Qué más puedo pedir?

Salió de la sala para dirigirse a su cuarto, lo encontró hecho un desastre y comprendió que su amiga tenía razón. Desde haber encontrado a su novio, engañándola con otra chica, su vida era un desastre y necesitaba divertirse un poco. Por lo tanto, buscó en su armario lo mas encantador que pudiese encontrar.

—De esa manera, nadie sabrá que estoy decepcionada —dijo sacando un vestido celeste opaco—. Hoy volveré a ser la misma de antes.

Se dio una ducha de agua fría y se colocó el vestido junto con unas botas negras. Decidió maquillarse y peinarse un poco, dispuesta a no hacer notar sus ojeras y tenía la suerte de que Michael no vaya a la universidad. Él siempre había decidido estudiar en talleres de arte, antes de proponerse una carrera.

—¡Vualá! —gritó dando giros delante de Tabitha, quien la esperaba en la puerta— Nadie lo notará.

Caminaron en silencio, ninguna tenía un auto y a pesar de todo el dinero que Lauren poseía, su padre nunca decidió devolvérselo. Todavía quería ponerla a prueba, para que sea una mejor mujer. En cambio, Tabitha no tenía los recursos necesarios para comprarse uno, ni siquiera sus padres, ella era la esperanza de la familia.

Llegaron a la universidad entre charlas y burlas. Pero se dirijan a diferentes clases, por lo tanto, intercambiaron ideas acerca del aspecto del profesor de Derecho Administrativo y tuvieron que separarse. Lauren caminaba por el corredor inspeccionando sus lados, pero cuando menos lo esperó alguien se detuvo delante de ella.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora