Capítulo 5

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Capítulo 5

Al terminar la clase de Literatura fui corriendo hasta la de Lengua, que era la que tenía justo después. La clase no estaba lejos y no era por llegar tarde que había puesto prisa en llegar al aula. Simplemente evitaba cualquier situación que pudiese terminar con alguien metiéndose conmigo. Como Dylan había dicho, ya llamaba la suficiente atención al ser una chica en una institución masculina, no hacía falta dar tiempo para que a alguien se le ocurriese algo ingenioso que decir.

Entré en el aula, y como si lo hubiese evocado, allí estaba: Dylan.

Estaba sentado sobre una de las mesas, riendo y rodeado de sus compañeros. Me detuve en la puerta, sin poder hacer otra cosa. Hasta el momento no lo había visto sonreír siquiera, y no me esperaba el efecto.

Ahora entendía lo que había confundido anteriormente con miedo. No, sus compañeros no lo temían, al menos no en su totalidad, sino que él parecía poseer esa mezcla de carisma y respeto que muy poca gente consigue inspirar en otras personas. El aura de un líder nato.

-Hey, estás en medio.- Dijo un chico a mi espalda. Me disculpé y entré, buscando a Mark con la mirada. Mi mente ya asociaba a uno con el otro, como si fuesen un pack inseparable. Pero no estaba por ninguna parte, así como los otros chicos a los que recientemente había conocido y que eran mis pocas posibilidades de tener amigos allí dentro. Solo estaba Dylan. Que me estaba mirando fijamente, su buen humor ya lejos.

-Bueno, bueno. Mirad a quién tenemos por aquí.- Me giré al sentir una mano sobre mi hombro. Era Tom, le sonreí y él me devolvió un guiño antes de señalar una de las sillas vacías de la primera fila.- La clase está por comenzar, siéntate ¿sí?

Tampoco es que fuera a ponerme a hablar con nadie en particular, así que simplemente fui al lugar al que había apuntado y me senté, mientras mis compañeros hacían lo propio y el volumen de las conversaciones se iban reduciendo hasta detenerse por completo. El profesor se adelantó, puso sus papeles sobre la mesa, y con una sonrisa en los labios se detuvo delante de la pizarra, echando una mirada a la clase.

-Buenos días. Algunos ya me conocéis del curso pasado. O más bien la mayoría. Para los que no, soy Thomas Ykox, y voy a ser vuestro profesor de Lengua este curso.

Thomas llevaba poco más de dos años dando clases. Se había formado con honores y algunos años menos que el resto de sus compañeros. Con lo cual no era considerado el típico profesor: era demasiado joven para ello. Llevaba vaqueros rasgados en las rodillas, zapatillas de deporte y una camiseta de Green Day. Si hubiese llevado el uniforme, nada lo hubiese delatado en su cargo.

-Sé que seguramente me arrepentiré de esto, pero vamos a tratar de trabajar en parejas, así que juntad las mesas de dos en dos. Sin mucho jaleo ¿sí?

El corazón se me detuvo un segundo, pero Tom no era tonto y estaba vigilándome con ojo clínico. No hice ademán de mirar cuando mi mesa sufrió una sacudida al haberse golpeado una mesa vecina. La otra mesa no se movió y yo no me atreví a mirar quien había juntado su mesa a la mía.

-¿No vas a darle los buenos días a tu compañero?- Esa voz me sonaba. Me sonaba mucho.

-Hola y adiós. Pírate.- Esa voz pertenecía a Dylan, era inconfundible.- No me hagas repetirlo Thiago. Estás en mi sitio.

Se escuchó un bufido y la silla arrastrándose hacia atrás mientras se levantaba. Acto seguido un libro y un cuaderno fueron remesados contra la superficie de la mesa adjunta. Me sobresalté a pesar de que intentaba no moverme lo más mínimo.

Dylan se sentó, mirando al frente y me dediqué un instante para contemplar la situación mientras el resto de mis compañeros terminaban de situarse. Él tenía el pelo revuelto y los ojos entrecerrados, eso junto a su posición –más tumbado que sentado- indicaba somnolencia. Por lo visto Dylan no era de las personas que despertaban de buen humor o que simplemente gustaban despertarse temprano. Llevaba unos vaqueros azules oscuros, unas zapatillas Nike negras y la camisa de botones reglamentaria con el escudo cosido en el pecho. Los dos primeros botones estaban desabrochados y dejaban entrever un poco sus marcados músculos; las mangas también estaban desabrochadas y subidas hasta los antebrazos, donde se podía ver un hilo de tinta ¿tenía un tatuaje?

-Antes de empezar nada, pasaré lista.- Rápidamente desvié la mirada, antes de que me pillara escaneándolo con los ojos. Tom fue diciendo.. nombre y apellido, uno tras otro.- ¿Thiago Souza?- Ahí estaba mi acosador particular.- ¿Dylan Lekker? – Y mi salvador.- ¿Celestine Doyle? – Conmoción en la clase, todos habían estado esperando que dijera mi nombre, seguramente para saber con exactitud si una chica podía estar matriculada en el centro. Supongo que no se esperarían eso.

-...Aquí.- Internamente odié a Thomas. Sabía mi nombre y que estaba allí ¿Necesitaba decirlo en voz alta? Lo miré con los ojos entrecerrados y él apenas me dedicó una sonrisa y un encogimiento de hombros. Bueno, al menos era mejor que esto ocurriese en su clase. Siempre podría culparlo de lo que fuese y hacerlo responsable.

Una mano me agarró fuerte del antebrazo y, sin poder evitar, me sobresalté nuevamente. Dylan me miraba fijamente, con los ojos como platos, mientras acercaba su rostro al mío.

-¿Doyle?- Susurró y su aliento se mezcló con el mío. Me sonrojé, sentí como me sonrojaba y pedí al cielo que no lo malinterpretara. No estaba acostumbrada a tal cercanía, y ya tenía suficiente con lidiar con la información que acababa de colarse en la mente de mis compañeros de clase como para ponerme a pensar porqué me tenía fascinada el color de ojos de Dylan; o porqué sus pestañas eran tan envidiablemente largas; o porque la mezcla de menta de su aliento y el olor a jabón de él eran tan buena combinación. - ¿Eres pariente de Johann Doyle?

-...Sí.

Dylan quiso decir algo más, pero Thomas lo cortó, empezando a decir la forma en que calificaba los distintos exámenes, los trabajos y el comportamiento general. No sé si se debía a que los chicos estaban dándole vueltas a porqué me apellidaba igual que el director o porqué Tom era buen profesor, pero el silencio fue distintivo.

El resto de la clase me las pasé escribiendo cosas en el cuaderno, a pesar de que no tenía que tomar notas o que ya sabía todo aquello que estaba diciendo –estaba explicado en las hojas informativas repartidas a los alumnos cuando estos escogían sus materias. Simplemente no podía hacer frente a la mirada de Dylan, que a ratos parecía estar evaluándome y me hacía sentir completamente inútil e indefensa.

Solo aguanta hasta que termine, entonces te irás corriendo a la siguiente clase. Me decía a mí misma. Dales tiempo para que la información les cuele, entonces dejarán de meterse contigo y simplemente te ignorarán. Y estarás bien. Tienes que estar bien.

Intercambio de favoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora