Capítulo 18 - El Depredador.

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El golpeteo constante, los gemidos rotos, las lagrimas vacías que chocaban contra el suelo y las respiraciones aceleradas

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El golpeteo constante, los gemidos rotos, las lagrimas vacías que chocaban contra el suelo y las respiraciones aceleradas. 

Podía verificar las emociones que florecían en aquel lugar, podía confirmar mediante dolorosos jadeos que nada de esto había sido pesadilla, que era la mismísima realidad.  

¿Cómo ser egoísta? 

¿Cómo odiarla cuando había tenido motivos suficientes para dejarse ir? 

Buscar incansablemente una queja por lo que había hecho era inútil. Dejamos el nido desprotegido a sabiendas de que el depredador estaba suelto, nos encerramos en nosotros mismos, nos encerramos en una idea completamente incierta. 

¿Por qué dejamos a un ave herida sin protección? 

Dejamos que el depredador hiciera de las suyas, dejamos que la sumerja en una decisión que la alejaba de nosotros.

¿Por qué no dejamos nuestros miedos de lado y ayudamos a curarla? 

Era tarde para los por qué, el ave había curado el ala a su manera y había volado, y no por nuestro camino. 

Voló por el camino que supo no le daría más dolor.

En este lugar frío, donde corazones desbocados latían a la misma velocidad, donde respiraciones aceleradas y entrecortadas se fusionaban, yacía el cuerpo de un ángel. 

Podría decir que las personas que rodeaban la cama estaban vivas, pero tan solo el pensarlo me hacía querer preguntarle a cada uno. 

¿Están vivos? 

¿Qué es vivir?

Mi concepto de vida siempre había sido uno, y este no lo era. 

¿Estar vivo es solo respirar? 

« Estar vivo no es respirar. »

Giré mi cabeza de golpe hacia el lugar de donde vino la voz, mi corazón paró por una milésima de segundo cuando las palabras chocaron contra mi oído.

Mi vista encontró el gran ventanal abierto, y supe que las palabras habían llegado con el viento. Cerré los ojos con fuerza para olvidar, para borrar lo que mi cabeza confundida estaba imaginando.  

« Estar vivo no es respirar. »

Las palabras volvieron a llegar y entendí quien era, pude reconocer aquella voz, aquella que contestaba mi pregunta... pero este no era el momento.

—Tienen nuestro apoyo, sabemos que las cosas no están bien —volví a prestar atención a las personas que apagadas, nos regalaban una sonrisa en señal de apoyo—. Confiamos en ustedes, pero queremos que se tomen el tiempo que sea necesario. Como representante del concejo y de nuestro pueblo, les informo que el festejo se pasara para dentro de cinco días.

Renacer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora