Capítulo 4

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Los días sábados y domingos no teníamos clases, por lo que no tenía ninguna excusa para salir de casa sin que el chofer me vigilara de cerca.
Por lo demás, tenía lecciones de chelo a las que asistir en la tarde.
Justamente, cuando mi profesor terminaba de examinar mi vibrato sobre aquel instrumento, papá me llamó a su despacho.

Posado sobre su silla de cuero negro, leía un documento entre sus gruesos dedos.

Me detuve frente al escritorio.
Era como estar frente a un general.
Yo era el temeroso soldado.

-Christopher - dijo él
-si, padre - contesté
Sonrió satisfecho. Debió pensar que su hijo era un completo caballero.

-no seas tan rudo conmigo, soy tu padre - río.

Dejé de contener mi respiración, y una sonrisa menuda se dibujó en mi rostro.
Tomé asiento. Mis manos sudaban.
Papá siempre me había producido algo de miedo más que respeto.

-iremos donde el sastre de Arbush; quiero que tengas un nuevo terno para la noche de mañana - comentó levantándose de la silla.

Mi armario estaba repleto de ropa y zapatos para todos los eventos sociales a los que estaba asistir, por lo que no comprendía el porque de ese anuncio.

-la ceremonia de mañana, es muy importante, hijo mío - continuó.

Puso sus manos sobre mis hombros, haciendo presión al llegar a mi cuello. Sentí escalofríos.
-te verás como todo un hombre, un Schnitzler y serás presentado como tal ¿esta bien? - terminó diciendo, a la vez que se incorporaba en su postura casual.

Tragué saliva, mirando sus finos ojos negros, penetrantes y firmes. Me levanté del asiento, y ambos nos dirigimos hacia la puerta.
Abrió esta misma, sin antes lanzarme una mirada efímera.
-salimos en diez minutos - dijo.
Asentí.

Entre un suspiro de alivio y tranquilidad, me dirigí al jardín posterior, en donde; bajo un techo cubierto de enredaderas se encontraba uno de los coches de la casa.

-señorito- pronunció una voz desde dentro de la cocina, a pocos pasos.

Era Beth,una criada de la casa. Mejor dicho, la criada personal de mamá. Rara vez he hablado con ella. Su cabello rubio pajoso y su transparente piel, hacen parecer que siempre esta enferma.

-olvida su abrigo- dijo acercándose a paso lento.

-gracias Beth- contesté.

Tomé el abrigo, mientras sus manos se mezclaban con las mías , dejando un papel en ellas.

Beth me tendió una mirada nerviosa, apretando con fuerza el delantal que cubría su vestido.

-muchacha, te llama la señora, apresúrate - refunfuñó la cocinera, con las manos cubiertas de grasa.

En un instante, la figura de la criada desapareció, tras la puerta.

Desperté de mi pensamiento en cuanto oí el motor del coche encenderse.

El trayecto duró apenas, unos cinco minutos. Las calles y avenidas de la ciudad estaban desiertas. Ni coches ni sonidos de otro tipo podían oírse.
El cielo se tornó de un tono grisoso y húmedo.
El día se hacia deprimente y confuso.

El coche se detuvo.
En cuanto puse mis pies sobre el pavimento, observé en que clase de lugar estábamos.

Las rosas blancas y aterciopeladas. Los enormes ventanales a los lados de la escalerilla oscura. Los ternos impecables, finos, imposiblemente caros y lujosos.

Era la tienda donde conocí a Matthew.
Fijé mi mirada por sobre lo alto. Unas letras grabadas en algún tipo de metal, deletreaba la palabra "Arbush".

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⏰ Última actualización: Nov 09, 2016 ⏰

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