Capítulo 2

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Todavía podía oír su voz aterciopelada en mis oídos. Sentía su mirada clavada en la mía, sentía la fuerza de sus manos sobre mis muñecas y la presión de su cuerpo ardiendo sobre el mío.

Ojalá ese momento hubiera sido eterno. Sentí tanto miedo y tanta excitación a la vez.

El coche llegó a recogerme al instituto cuando la oscuridad reinaba en los alrededores y los faroles comenzaban a desempeñar su función.

-disculpeme señorito, fue una emergencia de su padre, tuve que ir por él y ...- dijo mi chofer mientras me abría la puerta trasera.
-no importa, sólo llévame a casa- contesté con un tono cansado.

Apretó los labios de forma culpable y con cuidado tomó mi cosas para luego echar a andar el auto.

Me recosté sobre el asiento, estirando todo mi cuerpo. Los movimientos del coche me relajaron completamente y en cosa de segundos había caído en un profundo sueño.

Estaba en un enorme jardín, lleno de vida y de flores blancas, angelicales a la vista. Siguiendo el camino de piedra hasta el fondo, estaba él. Su cabello negro bailaba con el viento, su piel se iluminaba con la débil luz del sol y sus ojos estaban pendientes de la belleza de la flor entre sus dedos.
Me acerqué a paso lento, cuando de pronto vi como la flor se marchitó tornándose de un color negro intenso hasta que se desvaneció en sus manos como polvo . Dirigió su mirada hacia mi figura, sonrío de manera seductora , alzó su vista al cielo y de pronto, desapareció.

Desperté angustiado.
Estaba en mi cama, en mi cuarto.
Mi respiración estaba agitada y mi corazón latía de manera inquietante.

¿qué significaba ese sueño? Y más importante aún, ¿por qué sueño con él?
Un ligero rubor apareció en mis mejillas.
Algo más tranquilo, me tendí sobre la cama para regresar a mi descanso, pero me fue totalmente imposible conciliar el sueño luego de todo lo que había ocurrido hoy.

El reloj de mi velador, indicaba que eran las 12 en punto de la noche. En ese mismo instante, oí ruidos que provenían del primer piso, esto; llamó profundamente mi atención ya que en mis desveladas habituales jamás había oído algo a esas horas.

Me levanté y con precaución bajé la escalera hasta llegar al pasillo principal. El sonido se incrementaba a medida que iba acercándome a la oficina de mi padre. La puerta estaba entreabierta y dejaba escapar luz de su interior.
Pude reconocer a mi padre sentado en su escritorio con una copa de vino en mano y a unos uniformados a su alrededor. Nunca había visto esos uniformes.
Por sus expresiones podría asegurar que estaban discutiendo.

-¿ no va a apoyar a su patria, general Schnitzler?- preguntó uno de los hombres con vos ronca y poderosa.
- ellos también son alemanes...y por cierto; soy un ex general- contestó mi padre de manera cortante.
-¡son judíos! La escoria de este país ¿no se da cuenta de que nosotros no somos iguales a esos bandidos?- gritó el mismo uniformado.
-la existencia de ellos no afecta en nada a mis empresas, señor- dijo mi padre.
- Ellos se llevan la fortuna de este país y eso si lo afectará, debemos eliminarlos cuanto antes, si queremos la sociedad perfecta alemana, debemos dejar a los que aportan a la sociedad y cumplen ciertos patrones ¡los judíos, gitanos y homosexuales no cumplen!- siguió el hombre.

Mi padre en silencio, seguía bebiendo su copa de vino. Al escuchar esto último mi corazón se tensó y se apretó al punto de causarme dolor.

-cuando la guerra estalle, los que no apoyan a nuestro partido y al líder serán eliminados por traición, no creo que quiera eso para su familia- comentó otro uniformado.

- no tengo miedo- afirmó mi padre.
-pues deberías, esto será una masacre y no habrá piedad por nadie- dijo el primero que hablo haciendo una pausa- yo sé... que usted es huérfano, general; un asqueroso judío asesinó a sus padres... este es el momento de vengarte ¡Defiende el apellido Schnitzler de una vez y deja de ser un cobarde!- gritó

The red guns Donde viven las historias. Descúbrelo ahora