4-El chico del surf

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Hoy he ido paseando hasta el mismo lugar donde vi al chico por última vez. Estaba haciendo surf y se cayó de la tabla como tantas otras veces le había visto caerse el día anterior. Pero esta vez no salía a respirar de nuevo. Yo aguantaba atenta. Corrí hasta la orilla y él no aparecía. Por lo tanto, sin importarme, me metí al agua en su búsqueda. Era inútil. Como si el mar se lo hubiese tragado. De repente me despierto sudando. Todo ha sido una pesadilla.

Pero yo no estoy tranquila y me visto rápidamente para ir a verle.

Cuando llego descubro que esta en la orilla echando cera a su tabla. Respiro más tranquila. Entonces él se da cuenta de que no está solo. Yo echo a andar como si nada. Paso por delante suyo sin mirarle. Sigo paseando. Cuando está a mi espalda noto su mirada clavada en mi nuca.

-Espera -oigo pero no me detengo, no quiero entablar conversación-. ¡Espera!

De repente noto que alguien me pone la mano en el hombro y tira de mi para darme la vuelta. Demasiada confianza pienso. Nos quedamos por un instante mirándonos.

-Se te ha caído esto -me tiende en la mano un colgante. Es mío y lo llevo siempre puesto. Me lo regaló mi padre. Es una tortuga.

-Gracias -respondo amablemente. Él asiente con la cabeza como respuesta.

Me doy la vuelta y me dirijo al bar. Esta vez no quiero llegar tarde. Cuando llego voy distraída pensando en lo que acaba de ocurrir. Pero intento olvidarlo y empezar a trabajar. Aunque pronto me doy cuenta de que tengo que hacer algo porque ya he roto dos platos fregando. Yo pensaba que era más madura. Ya tengo 18 años y me estoy comportando como una cría. No me puedo creer que sea todo por culpa de ese chico. No me lo puedo sacar de la cabeza.

OlvidandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora