Primer día.

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-Pase.
La palabra llenó la sala de miedo, sus pasos con desánimo.

La tormenta detrás de su mirada pedía a gritos una compañía, pero no era encontrada.
-Penélope, ¿no?
-No le agregue acento, me gusta más.
-Entonces sí.- Agarré los papeles de mi mesa.- Depresión, ¿no?
-¿Por qué siempre pregunta? joder, ya sabe la respuesta.
-¿Cómo se siente?
-Lo dice en el papel, ¿no le enseñaron a ojear los síntomas de los pacientes antes de hacerlos pasar?
-¿Por qué?
-Odio la vida.
-¿Por qué no la tuya?
-La vida no es personal.

Anoté en mis apuntes, miré sus ojos, grises como la nublina. Lo anoté por igual. Ella miraba a la ventana, sin entusiamos, sin movimientos, ni pestañaba, pregunté qué miraba y ella respondió; -La ventana.
-Sí, pero ¿qué de ella?
-El vídrio.
-¿Qué opinas?
-Está bastante sucio.
-No soy muy limpio.
-Se le nota.- La miré con cara de pregunta. -El olor.
-Ah, murió un gato aquí ayer.

No respondió, no me miraba, seguía tratando de encontrar algo en la ventana, pero no había emociones, era un vacío interminable, estaba sorprendido.

-¿Esto es todo?- Preguntó.
-No, háblame de ti.
-No.
-¿Quieres ayuda?
-No.
-¿Qué haces aquí?
-Obligaciones.
-¿Qué te gusta hacer?
-Nada.
-¿No te gustan los animales?
-Me agradan los gatos.
-¿Entonces no te gustan?
-No como lo define la gente. Nunca he sentido eso que sienten los demás cuando les gusta algo.
-¿Y no has buscado más definiciones?
-Todas las necesarias, como sea, no me importa.
-¿Qué te importa?
-Nada.
-¿Ni que te golpeen?
-No.
-¿Lo han hecho?
-Sí. ¿Esto es todo?
-Son treinta minutos.
-Faltan 8.
-Exacto. Responde.
-No.

Guardé todo del escritorio, todo en un pequeño cajón.  Me paré inclinándome en el escritorio, justo en frente de la ventana, puse mi mano en mi barbilla y me quedé atento a esta.

-Faltan 2.- Dijo.
-No me importa.
-¿Qué hace?
-Aprenderme los puntos en los que tengo que limpiar.
-¿Entonces no limpiarás los otros?
-¿Para qué? Ya estás limpios.
-Existe la medida. Luego se ponen igual que los que ya están y debe volver a hacerlo.
-Ya se acabó la media hora.

Se levantó, me miró, y fue con su paso lento hacia la puerta, la cuál hizo un pequeño ruido al ser abierta.

-Buenas tardes.- Concluí.

Aún psicólogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora