Día III.

33 2 0
                                    

-Pasa.
-Me agrada el olor de la tierra mojada.
-Muchas palabras en tu boca hoy, y mejor, en la entrada.
-Sí.
-¿Cómo se llama tu mejor amigo?- Dije recostándome como siempre en el diván mientras ella se sentaba en mi cómodo espacio.
-Sólo tengo uno, le digo A.
Me reí. -¿Y no tienes unos que se llamen B y C por casualidad?- Le sonreí con todo el maldito entusiasmo del mundo.
-Le dije que solo tengo uno.
-Era un chiste.
-Ah.

Agarré mi maldita libreta y empecé...

-¿No se cansa de esto?
-Entonces señorita Penélope Belgê.
-Penelope, recuerda que sin acento.
-¿Te llamo Nell?
-¿No le gusta mi nombre?
-No, no, no, no, no es eso.
-Me puedes llamar P.
-Lo siento es que no entiendo eso del acento, lo escucho igual.
-Tengo opiniones diferentes sobre los acentos.
-Bien, P. ¿Has ido a otros psicólogos?
-Sí.- La pausa de los 20 años volvió. -Mismas preguntas.

Tragué toda la maldita saliva que pude, sintiéndome como inútil, ella debería de ser la psicóloga, sin sentimientos.

-Entonces seré la diferencia. ¿Has montado un elefante?
-Ya lo preguntaron.
-Eh, ¿cuál es tu fruta morada favorita?
-Ya lo preguntaron.
-¿Tomas yogurt en la noche?
-Ya lo preguntaron.
-Entonces hablabas mucho con aquellos.
-Ellos hablaban.

Duré varios minutos mirando a la admirable ventana, llenando mi mente de extrañas preguntas mientras ella detallaba cada punto de la habitación, algo raro en ella.

-A la mierda, ¿qué te pregunto?
-Felicidades, eso no lo han preguntado. ¿Está seguro de que es psicólogo?
-¿Hay algo que te agrade hacer aparte de nada?

Se paró, se ha parado. Cogió uno de los libros del estante y ojeó barias hojas de este, luego volvió a ponerlo en el estante y ojeó otro.

-¿Te gusta leer?
-Algo, ah, me agrada.
-Disculpa, se me olvidan tus preferencias.
-¿Y usted está casado?
-¿Cómo te llevas con tus compañeros de clase?
-Hice una pregunta.
-No todas las preguntas merecen respuestas.
-Ah.
-¿Entonces..?
-No todas las preguntas merecen respuestas.

Sonreí. ¿Por qué es tan inusual? ¿Por qué es tan tímida con su centro de confort?, es como si quiera salir de este, merece atención pero no la parece necesitar.

-¿No se le hace fascinante el transparente del aire?
-¿Te interesa?
-Sí.
-Pues sí, me fascina.- Sonreí.
-Tampoco exagere.
-¿Con qué?
-Con la sonrisa, no es necesaria.
-Has hablado mucho esta vez.

No respondió, volvió a su asiento dando esos pequeños pasos interminables y haciendo mover los típicos vestidos y faldas elegantes que siempre usa.

-¿A qué le teme?- Preguntó.
-Arañas, ¿tú a qué le temes?
-A nada. ¿Tiene algo que ame en serio?
-Mi libreta. ¿Qué es lo que te agrada más?
-A.
-¿Estás enamorada?
-No.

Miró el pequeño reloj que estaba encima del escritorio, se levantó y dirigió hacia el marco de la puerta agarrándolo mientras agarraba el manubrio de la puerta jalándola para salir, pero paró y volteó sus grandes ojos hasta los míos.

-Ah, sí, me gustan los gatos.- Respondí.

Aún psicólogo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora