V

174 21 2
                                    

El teléfono móvil de Mason sonó y éste se separó un poco de los demás que preguntaban a Ryan sobre el estado de ánimo de Amber.

– ¿Diga?

– Soy Connor – Mason guardó silencio para dejarle hablar–. Tenemos algo, hace unos minutos he hablado con el ayudante del sheriff Kramer. Me ha contado que anoche cuando volvía de atender un aviso vió al Sheriff y varios de sus hombres vestidos de negro metiendo en dos todoterreno negros varias AK y salir del parking de la comisaría – tragó saliva un momento–.  El ayudante del sheriff hace tiempo que viene investigando al sheriff y cuatro hombres más de la comisaría por implicación en asuntos turbios. Nunca ha conseguido las pruebas suficientes para detenerlos. Fue a comprobar las armas del almacén de pruebas y faltaban varios AK como los que el sheriff y sus hombres se habían llevado– hizo una breve pausa–. Hemos comparado su calibre con los casquillos que recogimos del club y coinciden.

– ¡Joder! – echó su pelo hacia atrás con la mano izquierda mientras en la derecha sostenía el móvil sobre su oreja –. Cuando atacamos hace unos meses el almacén de las Triadas a las afueras para acabar con el tráfico de droga aquí el sheriff nos avisó que habíamos jodido a la persona equivocada pero con la tregua de todas las bandas nos arreglamos con la Triada por aquello. No llegamos a imaginar que el sheriff estuviera directamente implicado en ello, mucho menos que fuese a actuar de esta forma. ¡Joder!

– El ayudante del sheriff ha dicho que hagamos lo que tengamos que hacer con ellos, él mirará hacia otro lado mientras el asunto no se haga demasiado evidente, en tal caso ha advertido que se verá obligado a intervenir.

– Gracias Connor – cortó la llamada y se sentó junto a Ryan.

Se quedó pensativo unos instantes ante la atenta mirada de los demás. Les explicó toda la información que Connor acababa de transmitirle. A todos se les marcó la ira en el rostro.

– ¿Qué vamos a hacer, Ryan?– Mason miraba a los ojos abstraídos de su amigo. Observaba su rostro pensativo intentando adivinar sus pensamientos.

Estaba jugando con su barba como hacía siempre que se concentraba, con la mirada perdida en la blancura de la pared de azulejos. Su rostro había cambiado la mueca de dolor a rojo de ira. Sus ojos habían endurecido su expresión pero mostraban el dolor del arrepentimiento y su labio inferior había dejado de temblar.

– Esto es algo que debo hacer yo – los recorrió a todos uno a uno con la mirada–. Estoy cansado de siempre perder a seres queridos, he perdido a la mujer de mi vida y…– hizo una breve pausa –. No tengo fuerzas para seguir sintiendo este profundo dolor, no quiero que a la próxima que le ocurra eso sea a mi hija. No pienso condenarla a esta vida que mi padre me heredó a mí – se quedó mirando en silencio a Mason-–. Tengo que hablar contigo– luego miró a Robert y Louis- Vosotros volved al club y quedaros allí hasta que Mason os diga algo.

Los dos hombres se fueron tras despedirse. Luego Ryan tomó varios folios y un bolígrafo y comenzó a escribir. Mason le observaba silencioso. Fue rellenando uno tras otro hasta tener casi diez hojas escritas. Al final de todas ellas puso su nombre completo y su firma, las dobló todas por la mitad.

El dia se ha idoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora