Capítulo 2.1

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No era habitual que Vegetta y Willy estuvieran tan ocupados que apenas tuvieran tiempo de saludarse y poco más,pero aquel día tenían mucho que hacer nada más despertarse, habían salido en busca de semillas para el huerto que estaban plantando en su casa. La paz reinaba en Pueblo, Vegetta y Willy habían decidido explorar por separado,con la esperanza de encontrar lo que querían más rápido; después de prepararse para el trabajo y separar a Trotuman y Vakypandy,que estaban peleándose otra vez,se habian despedido y habían salido a explorar los bosques cercanos.

Era una mañana especialmente tranquila.Demasiado tranquila,pensó Vegetta:Después de un rato tomando los materiales que iba buscando,su mochila estaba llena.Nada ni nadie se había cruzado en su camino;a pesar de que hacía tiempo que Pueblo era un lugar pacífico, no era normal que los bosques delos alrededores estuvieran tan vacíos, tan silenciosos. La mochila empezaba a pesar; Vegetta decidió descansar un rato y reponer fuerzas. Se hizo una silla y se sentó a comer algo. El silencio era absoluto. ¿Qué estaba pasando? Mientras comía, Vegetta se entretenía como podía, mirando alrededor e intentando encontrar alguna señal de vida, alguna prueba de que alguien había pasado por ese bosque antes. Cualquier cosa, en realidad: mientras llevaba la vista de un lugar a otro, se paraba a buscar formas reconocibles y parecidos en las cortezas de los árboles y en las islas de hierba que crecían aquí y allá. Echaba de menos las aventuras.

De pronto, Vegetta creyó ver algo por el rabillo del ojo. Algo que se movía a lo lejos, entre la vegetación. Se subió a la silla para intentar ver mejor. ¿Le estaba jugando una mala pasada su cabeza, y en realidad no había nada? ¿Eran sus ganas de vivir las que, por fin, le daban algo de emoción, haciéndolo ver cosas que no existían? De pronto lo tuvo claro: algo se movió entre unos árboles, pero el bosque era demasiado frondoso como para identificarlo desde tan lejos. Los árboles se elevaban hacia el cielo casi más de lo que la vista podía alcanzar; la luz del sol llegaba filtrada por las ramas y las hojas, como si los árboles estuvieran escondiendo algo bajo sus espesas copas. Vegetta fijó la vista en la zona en la que algo se había movido.

-¿Vicente?

A lo lejos, un caballo blanco caminaba despreocupado, ajeno a la presencia de Vegetta.

-¡Vicente!-Gritó Vegetta, con esperanzas de poder llamar su atención.

El caballo blanco se giró y miró en la dirección de Vegetta, que empezó a mover los brazos y saltar, lleno de una mezcla de alegría y sorpresa: el último lugar en el que esperaba encontrar a Vicente, el caballo con el que tantas cosas había vivido, era en ese bosque en el que parecía no haber nadie. <<¡Vicente!>>, gritó de nuevo. El caballo no se movía; solo miraba fijamente a Vegetta, que decidió acercarse, repentinamente animado por el recuerdo de esas aventuras que tanto echaba de menos, aunque nunca se lo hubiera dicho a Willy. Las cosas iban bien: desde que a paz había llegado a Pueblo, habían podido dedicarse a los experimentos, a crear huertos y casas, a pasar tiempo con sus mascotas. A Vegetta le costaba no sentir algo de nostalgia por los tiempos en los que no todo era tan pacífico, sin embargo; por las noches, cuando el insomnio no le permitía dormir hasta altas horas de la madrugada, pensaba en todo lo que Willy y él habían vivido, y esperaba que Willy también echara de menos viajar lejos, explorar tierras desconocidas, conocer cosas nuevas.

Cuando ya estaba cerca de él, el caballo blanco se asustó y echó a correr. Vegetta se sorprendió y salió corriendo detrás de él. Pronto se dio cuenta de que no podía seguirle el ritmo: seguía corriendo y esquivando árboles y arbustos, pero el caballo iba mucho más rápido. No podía rendirse: no tan pronto, no cuando estaba tan cerca de una posible vivencia. Corrió tanto como podía. Casi sin aliento, Vegetta enfiló el mismo camino por el que había ido Vicente; a los lados, los árboles formaban un pasillo perfecto, colocados de manera simétrica, como si se lo hubiera tragado la tierra. Vegetta dio un salto, sorprendido, pero siguió avanzando hasta que llegó al final del camino. Había un agujero muy profundo en el suelo; abajo estaba el caballo blanco, tan lejos que apenas era un punto blanco en medio de la oscuridad.

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⏰ Última actualización: Apr 30, 2016 ⏰

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