catorce

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Lucas caminó hacia el final de las escaleras para ir a saludar a Maya y, lo que vió, lo hizo quedarse dónde estaba y ser incapaz de moverse. Y recordaría esa imagen por mucho tiempo.

Maya se encontraba a mitad de la escalera, bajando los escalones con cuidado.

Maya iba preciosa siempre, pero la visión que se encontraba ante los ojos de Lucas hizo que descubriera la luz especial que verdaderamente poseía la chica.

Llevaba puesto un vestido color crema con trazos en un tono más oscuro que el del vestido el cual se pegaba perfectamente a su torso y luego caía con un poco de vuelo un poco más arriba de su cintura. Había dejado su pelo suelto caer en ondas sobre su espalda, agarrando los primeros mechones de delante y uniéndolos en la parte de atrás de su cabeza con un broche plateado. En sus pequeños pies llevaba unos tacones beis que la hacían ver como una muñequita. No había usado excesivo maquillaje en su cara, y tampoco lo necesitaba: lo poco que había usado sólo la hacía ver en cierto modo, más natural. Llevaba un poco de sombra dorada en sus párpados, rimel y colorete rosado.

La mente de Lucas se encontraba en blanco, con unas únicas palabras escritas en letras mayúsculas en ella: Ángel caído del cielo.

Cuando Maya llegó al final de las escaleras se plantó frente a Lucas y le sonrió a modo de saludo.

Por su parte, Lucas estaba perdido en sus pensamientos. Incluso se había fijado en que, a pesar de los tacones, la diferencia de altura entre ellos seguía siendo tan grande que resultaba hasta adorable.

Los ojos de Maya no se apartaban de los de Lucas y viceversa y la sonrisa en sus labios tampoco se iba, y ni siquiera notaron cuando Katy salió al recibidor y sacó su móvil discretamente hasta que se oyó el "click" de la cámara.

Maya apartó la mirada un poco sonrojada (Lucas no sabía si era gracias al colorete o porque en verdad lo estaba) y se dirigió a su madre con una amplia sonrisa en la boca:

-¡Mamá! Ya habrá tiempo de echar fotos luego. Anda, dime dónde está el pintalabios rojo que te dejé la semana pasada. No lo logro encontrar.

-Creo que lo dejé sobre la estantería de mi habitación. Pero venga, vamos a cenar ahora y te pintas los labios después. ¡Ya está todo listo!

Los tres se dirigieron a la sala del comedor, en la cual Katy había decorado realmente bien la mesa.

Maya pudo notar como en los ojos de su madre había una felicidad enorme que estaba intentando contener, pero la gracia y nerviosismo con los que llevaba a cabo sus acciones la delataba, y Maya estaba muy feliz por su madre.

La cena transcurrió sin nada fuera de lo común, charlaron entre bocado y bocado y comieron con gusto, y Lucas no paraba de decirle a Katy lo agradecido que estaba de estar allí con ellas y lo buena que estaba su comida. Y no podía evitar mirar a Maya demasiado de vez en cuando.

Estaban sentados uno enfrente del otro y en el momento que Lucas levantaba la mirada se topaba con ella, y de verdad que evitaba quedársela mirando por mucho tiempo, pero es que no podía evitarlo.

Cerca de las doce y media de la madrugada del propio día de Navidad ya habían terminado de cenar y se habían trasladado al salón, dónde estaban sentados Katy y Lucas esperando a que Maya se terminara de arreglar. Lucas había enviado un mensaje a Riley y Farkle avisándoles de que en menos de cinco minutos estarían ya en casa.

-Sabes, Lucas. -Katy rompió el silencio- Te estoy muy agradecida por estar aquí esta noche. Y por pasar tiempo con Maya, en general. Sobre todo en esta época del año, es cuando más apoyo necesita, ya sabes, por lo de Kermit. Normalmente hace como que lo lleva bien, pero es mi hija y la conozco. Sé que está triste. Y siento que pasando tiempo contigo, Farkle y Riley está mejor. Muchas gracias.

Lucas se quedó sin palabras. Nunca se hubiera imaginado que la madre de Maya se abriría emocionalmente tanto con él. Pero ahora sabía que realmente él era un gran apoyo en la vida de Maya, formada por cuatro pilares fundamentales: Riley, Farkle, Katy y él mismo.

El chico simplemente se limitó a sonreir y decirle, con tono empático:

-Siempre voy a estar ahí para Maya. Siempre.

No les dió tiempo a decirse nada más ya que Maya ya bajaba las escaleras y en cierto modo Katy lo agradecía, ya que sintió que si seguía mirando un sólo momento más a los ojos de aquel buen chico iba a ponerse a llorar.

Maya llegó a la sala de estar totalmente preparada, con su ansiado pintalabios rojo ya puesto y una gran bolsa en la mano.

Lucas y Katy se levantaron a la vez del sofá. Maya se dirigió a su madre y la abrazó, susurrándole al oído:

-Shawn está a punto de llegar. Va a salir enseguida de casa de los Matthews.

Le besó en la mejilla y se dirigió a Lucas:

-¡Vámonos, Billy el niño! ¡Hasta mañana, mamá y feliz navidad!

Maya se dirigió hacia la puerta mientras escuchaba un "Adiós, señora Hart. Que pase una buena noche" y, justo cuando los dos estaban fuera y Maya iba a cerrar la puerta escuchó a su madre llamarla. Esperó a que llegara y cuando lo hizo, a Maya no le sorprendieron las palabras de su madre.

-Lucas, puedes llamarme Katy.

Maya le sonrió a su madre y Lucas asintió con la cabeza. Ahora sí, fue Katy la que cerró la puerta y los dos salieron a la calle.

-Nos espera una buena caminata.

-Tranquila, por suerte pienso en tí y en tus tacones y me he traído el coche.

Maya se golpeó flojito en la frente, siempre se le olvidaba que Lucas era un año mayor que ella y ya tenía 18.

-Mis piececitos te lo agradecerán, además creo que nunca me has llevado en coche a ningún sitio, veremos a ver si no me matas. -bromeó.

Los dos se encaminaron hacia el lugar dónde Lucas había aparcado su coche y se sentaron él en el asiento del conductor y ella en el del copiloto. Estuvieron todo el trayecto en silencio, pero no fue incómodo. Maya jugueteaba con una de las pulseras que llevaba puestas mientras miraba a la carretera de vez en cuando y Lucas estaba concentrado en la carretera.

Llegaron en escasos cinco minutos.

En el escalón de la entrada de casa de Lucas se encontraban ya Riley y Farkle, ambos con bolsas en las manos. Ella llevaba un vestido rosa de manga al codo y mucho vuelo y un recogido en el pelo, mientras que Farkle llevaba un traje azul marino oscuro con camisa blanca y pajarita plateada, con el pelo bastante engominado.

-¡Maya estás preciosa!

Riley se avalanzó a los brazos de Maya, fundiéndose las dos en un cálido abrazo.

-Tú si que estás preciosa, cariño.

-Mis dos mujeres, juntas, más preciosas de lo que ya son, creo que estoy en el paraíso. -Farkle habló con voz soñadora.

Las chicas rieron ante el comportamiento de su amigo y los cuatro entraron a la casa.

Pasaron bastante tiempo bebiendo, comiendo, hablando y riendo en la sala de estar de casa de Lucas, con la música puesta y Maya dándoles de vez en cuando un mini concierto cuando salía una de sus canciones preferidas.

En algún momento de la noche, Maya recordó algo y enseguida sacó su teléfono móvil, puso el dedo sobre el icono de la aplicación Tumblr y fue a conversaciones, dándole a la única que en esa sección se encontraba.

De: killingthoughts
Para: not-that-perf 

¡Feliz Navidad! ¡No bebas demasiado esta noche!

Una vez enviado, bloqueó su teléfono y lo dejó sobre la mesa del salón.

Un rato, después Riley alzó su copa con vete a saber qué en el interior y dijo, en voz alta:

-¡Hora de los regalos!

when poetry is all you got - lucaya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora