Descubriendo

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FLORES DE CEREZO

Capítulo 2: Descubriendo

Por Janet Gaspar/Okashira Janet

Aoshi había estado sentado en el corredor del dojo por largo tiempo ya, en silencio y sin demasiados movimientos era casi la misma sensación de meditación que obtenía en el templo, claro, de no ser por ciertos agregados...

—¡La espalda más recta! —Kaoru Kamiya era una maestra tenaz y estricta, sus numerosos alumnos se mantenían repitiendo una y otra vez el mismo movimiento que nunca parecía acabar de ser perfecto para ella.

—¡La espada un poco más arriba! —Aunque Yahiko también podía ser un demonio si se lo proponía.

—Ten cuidado con tu juego de piernas. —Yutaro, aquel muchacho que compartía título como maestro adjunto con Yahiko era más amable en sus maneras, Aoshi suponía que se debía a su influencia extranjera.

—¡Yosh! —Los alumnos respondieron al tiempo, Kenshin que barría hojas cercano al portón de salida pareció tan acostumbrado a la rutina que Aoshi se preguntó seriamente sí en realidad se sentía bien desempeñándose como la parte femenina de aquella relación, no estaba seguro, pero si tuviera una esposa y los papeles estuvieran invertidos, como sucedía en el matrimonio Himura, por muy abierto de mente que fuera tendría una sensación de inutilidad difícil de quitar.

—¡Yosh! —Cercano a un solitario y viejo árbol de cerezo que no había florecido aquel año Kenji hizo un intento de grito flojo mientras sujetaba en el aire una rama.

—No, no, no. —Misao negó al tiempo que se encogía de hombros—. Tienes chuecos los pies y tu espalda no esta recta, nunca serás un samurái. —Aoshi se preguntó qué diría Kaoru de escuchar aquella imitación suya.

—¡Yosh! —Kenji enchueco aún más los pies ante la corrección, Misao chasqueó la lengua.

—Mentón arriba, pecho firme, no sueltes el agarre en las manos, ¡quiero ver mil repeticiones! —El niño puso cara de gran concentración mientras balanceaba de manera errática la rama en el aire, podría sacarle un ojo a cualquier pobre desprevenido que se diera un paseo por ahí.

—¿Misao? —Megumi que iba pasando se quedó por un momento quieta observándolos y luego echó a reír, no con esa risita zorruna que la caracterizaba, si no con una risa real y fresca, Misao lograba ese efecto en las personas—. ¿Qué diablos estás haciendo?

—Jugando. —La joven contestó con presteza.

—¿Cuántos años dijiste que tenías? —La doctora negó con la cabeza, Kenji seguía haciendo sus ejercicios sin detenerse.

—Nunca se es demasiado grande para jugar. —La ninja parpadeó—. ¿Qué haces tú?

—Iré de compras, no pienso quedarme mucho tiempo, mis pacientes en Aizu me esperan.

—En cuanto a eso. —Misao colocó una mano en su cintura, giró a ver el cielo—. Hice lo que me pediste.

—Ah. —Megumi guardó silencio un momento, apenas un par de segundos, luego colocó un mechón de cabello tras su oreja luciendo vulnerable—. Y...

—No son... —Misao observó a Kenji que seguía balanceando la rama sin detenerse y sin prestarles atención—. No son buenas noticias.

—Me lo suponía de cualquier manera, —Megumi se abrazó a si misma inconscientemente—, todo este tiempo trabajando en Aizu, por más esfuerzos que hice nunca encontré a nadie.

—Tu hermano no permaneció mucho tiempo en Aizu. —Misao la observó con firmeza, Aoshi se sorprendió por aquella expresión que no le había visto antes—. Recorrió gran parte del país desempeñándose como médico, hace algunos años intentó buscarte, pero fue difícil para él, también cayó en manos de la mafia.

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