Ojos de cielo

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FLORES DE CEREZO

Capítulo 4: Ojos de cielo

Por Okashira Janet

—Buenas noches.

—Buenas noches.

—¡Hasta mañana!

—¡Ya duérmanse!

—¡Dejen de hablar de una vez! —La escena de todos durmiendo juntos en el dojo volvía a repetirse y como tantas noches anteriores Aoshi se sentó con la espalda apoyada en la pared y procedió a pernoctar, no que hubiera podido hacerlo demasiado de cualquier manera...

Había pasado una escasa hora cuando Misao se levantó, tenía el cabello desordenado, la yukata arrugada y ojos de quien no aguanta un minuto más.

—Cabeza de pollo, deja de roncar. —Como pudo la joven lo rodó para cambiarle la posición, para un Oniwabanshu, adiestrado en perfeccionar su oído, los ronquidos de Sanosuke eran tan temerarios como el de un oso que rugiera a escasos metros, para fortuna de ambos Sanosuke se rascó la panza sin despertar y dejó de roncar. Se había dormido al lado de Yahiko así que entre ella y él hacían del joven espadachín un sándwich, aquello parecía causarle gracia a su protegida porque por un momento se los quedo viendo a los dos con una sonrisa, luego le dio con el dedo en la nariz a Yahiko.

—Voy a... matarte... —Yahiko refunfuño entre sueños y hundió la cabeza en la almohada, Misao se río quedito ante su incapacidad para despertarse, luego regresó a su lugar, se ovillo entre las sabanas y procedió a dormirse, Aoshi siguió su ejemplo.

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¡Hace años que no probaba algo tan bueno! —Sanosuke estaba comiendo tan rápido un tazón de arroz con pescado que Kenshin tenía problemas entendiendo lo que decía—. ¡Esa Comadreja sí que tiene buen sazón!

—¿A quién llamas Comadreja? —Misao, recién bañada y con la boca pintada escandalosamente de rojo lo observó ceñuda.

—Ah sí, ahora eres una niñita rica, ¿quieres sentarte en la rodilla de papá? —Sanosuke se palmeó la pierna—. Te puedo hacer caballito, ¿cuántos años tienes?, ¿diez? —Misao enrojeció ante la pulla, Aoshi los observó en silencio, sabiendo muy bien que cualquier tema que tuviera que ver con su apariencia o edad la ponía en mal estado.

—¿Y tú?, ¿cuarenta? —Se irguió retándolo con la mirada—. Con esa barba pareces un anciano.

—No pretendo que las crías perciban mi arrolladora belleza masculina. —Sanosuke se miró las uñas con fingido interés—. Además sé de alguien que no tiene ojos más que para un Cubo de hielo. —Misao retrocedió al instante, golpeada en un punto flaco, con nerviosismo giró la mirada hacía él, pero aunque Aoshi no le prestó atención notó que se encontraba acorralada.

—¡A-aunque así sea...! —Había que reconocerle su valentía para aceptar sus sentimientos incluso frente al dueño de sus pensamientos—. ¡De todas maneras sé cuando alguien es guapo o no!

—Seguro. —Sanosuke terminó de comer, se limpió con el dorso de la mano la boca y la observó burlón—. ¿A dónde vas?

—Que te importa. —Estaba herida y cuando había sido derrotada solía conducirse de manera hosca.

—¿Podrían dejar de pelear ustedes dos? —Kaoru le pegó un coscorrón a Sanosuke—. Hace tiempo que no estábamos todos juntos.

—Bueno, falta Megumi. —Yahiko añadió mirando de reojo a Sanosuke—. Se fue hace poco.

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