Capítulo 1.

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Voy con la mirada perdida en el suelo. Levanto la mirada y miro a la acera paralela. Y ahí estaba, juro que era ella, iba andando demasiado rápido y hablando por teléfono. Me fijé bastante en ella. Es como si ya la fuera visto en otra parte.
—¡Dani, adónde vas! —miro hacia atrás y veo a mi padre. Me doy media vuelta.
—Me había pasado —río de manera falsa.
—¿Qué es esto? —señala mi coche destrozado. Me echo las manos a la cabeza y resoplo.
—Yo ya no te pago nada más a cargo de tus fiestas, a ver si sientas ya la cabeza —dijo mi madre —y esa es otra, ¿cómo vas mañana a trabajar?
—Joder, no me había acordado del trabajo —olvidé por completo que mañana empezaba a trabajar en una empresa.
—Mañana te llevaré yo, los demás días hablas con algún compañero y vais juntos —dice mi padre dándome una palmada en la espalda.
—Nada más que dándome disgustos —replica de nuevo mi madre.
—Dios —dije al reconocer a la chica. Alicia, mi ex, bueno debería ser mi novia porque en ningún momento lo dejamos. Desapareció sin dejar rastro.
—¿Qué pasa? —dijeron los pesados de mis padres.
—Eh, nada, me olvidé de llevarle una cosa a Natalia.
—¿Qué cosa? Si quieres se la llevo yo.
—Nada mamá, que cotilla que eres.
•••
Un puto sonido retumba en mis oídos. Joder, siete y media de la mañana. Me levanto y voy directo al baño, mi miro en el espejo y me lavo la cara. Me dirijo a la cocina y me hago un café para espabilarme. Me lo tomé con calma y tras esto me vestí acorde para mi trabajo. Tan solo a quince minutos de empezar mi primer día de mi primer trabajo y mi padre aún no había venido. Pero no se hizo más de esperar y me llamó para que bajase e irnos.
Páramos enfrente de un alto edificio. Me bajé con toda mi resignación, no quería ir allí, más bien, tenía miedo a fracasar y ser un mantenido toda mi vida.
—Suerte —dijo con una sonrisa al bajarme del coche. Sonreí agradecido y me despedí de él sacudiendo mi mano.
Me dirigí hacia el que iba a ser mi despacho. Hasta ahora solo vi a una señora de la limpieza en recepción y a tres hombre más, dos de ellos de como unos cincuenta años. Fui al despacho de mi jefe. Pensé con calma lo que iba a decir y di dos golpes en la puerta de cristal opaco. Entré, y adivina, todo el guión que tenía preparado para decirle se me olvidó en tan solo segundos, los que tardé en verle la cara mi jefe, perdón jefa.
—¿A-ali? —dije tartamudeando.
—¿Qué haces aquí?
—Trabajo aquí.
—Ah, tu eres el nuevo contable de la empresa, ¿no?
—Sí, pero tú, tú te fuistes, ¿qué haces aquí otra vez?
—Herencia hijo.
—Genial, me vas a despedir en cuanto puedas.
—No, no nos conviene —se levantó y vino hacia mí.
—¿Cómo?
—Nada, ven que te enseño tu despacho anda —me cogió de la mano y me sacó del suyo.
—Ya sé cual es.
—Ah, pues venga a trabajar —me cerró la puerta en mis narices.
Joder que guapa que estaba, como pasan los años, para ella a mejor. Se fue de la ciudad con diecinueve años junto a su familia, de un día para otro, sin un por qué, sin decir nada ni dejar rastro ni un número de teléfono para contactar con ella, simplemente se fue, así como si se la fuera tragado la tierra. A día de hoy no se nada de por qué lo hizo, pero en fin, dejaré que el tiempo hable por sí solo.

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Mi jefa - Daniel Oviedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora