MI ROGUE [1] © [Editando]

iii. editado, releer

capítulo tres | samantha
la otra cara

          En el campo de batalla sólo puedes pensar en una cosa, sobrevivir. No importa a quien te enfrentes, joven o viejo, incluso si es sólo un niño; si está ahí contigo, está para matarte y si no lo haces primero entonces será el fin.

          Nada bueno pasa en batalla, ni siquiera la victoria es buena; el haber matado a tantos no es motivo de celebración. Yo no le veo alegría al celebrar una victoria.

          Pero encontrar a tu mate, tu compañero, la persona con la que pasarás el resto de tus días... eso si es motivo de celebración. Incluso para mi, es la maldita mejor noticia que puedo recibir en mi vida.

          Lo busqué. Diosa lo busqué, creía que ya no había esperanzas para mi, encerio lo creí. Pero ahí estaba él, fuerte e impotente.

          Todo un alfa.

          Con un lobo de unos dos metros o mas grande, es negro con detalles en gris y unos ojos oscuros y profundos que podría mirarlos todo el día y perderme en ellos...

          Pero no puedo. No con un alfa.

          El lobo que está delante de mi se me abalanza con la intención de volver a morder mi pata, pero me giro y muerdo su cuello haciéndolo chillar de dolor, lo aventó un poco lejos de mi, al recomponerse se me abalanza y siento una mirada a mis espaldas, entonces se que es él, acaba de encontrarme.

         Decido ignorar su mirada y me concentro en mi objetivo. Es joven, no debe tener mas de cien años, su lobo es pequeño y está asustado. Es un gamma, un simple gamma. Gracias a mi antigua posición en la manada y la sangre fuerte que corre por mis venas lo supero en todos sentidos, supongo que es algo bueno.

          Voy a matarlo, estoy segura de ello. Comienzo a acercarme, él esta indefenso y asustado, estoy cada vez mas cerca, me posiciono para saltar sobre él... pero alguien se adelanta. Es él.

◇◇◇

          Gracias a la Diosa, Magnus quien nos lidera en esta batalla, decide aceptar la derrota. No sabía que hacer con semejante lobo delante de mi.

          Con los demás vamos por bosque encaminándonos hacia el refugio. Algunos rien, otros cuentan sobre como les fue en la batalla, otros simplemente lloran a quien perdieron.

          De repente, lo siento. Él está aquí, con nosotros, lo suficientemente lejos como para que nadie lo detecte, pero yo si puedo hacerlo. Él es mi mate, su olor a mango y naranja me llega de inmediato.