Capitulo 11- El asesino.

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29 de Mayo de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 13:56.

Nació entre inmensos picos de frio hielo. Su madre le dio a luz mientras un fuerte viento aullaba entre medias de aquel gigantesco glacial. Apoyada en la lanza de su padre y contra una pared de hielo, su madre lo trajo al nuevo mundo al filo de un inmenso mar verdoso recubierto de hielo grisáceo que como una dura capa calcárea, ocultaba aquel profundo medio acuoso del exterior.

Lo llamaron Kaldren, que significa, el que nació del frio. Al principio, no era más que una pequeña criatura que lloraba pidiendo encontrarse acurrucada entre los brazos de su madre pero a medida que fue pasando el tiempo, se convirtió en un fuerte y sano Gélido. Heredó el porte alto y fuerte de su padre y los ojos ambarinos de su madre. Con 95 años recién cumplidos, se alistó en las fuerzas guerreras de los Vanir para así convertirse en un gran soldado que protegiera a su clan por encima de todo lo demás. Entonces, la Pugna Tribal estalló.

El brutal asesinato de Gulveig, la hermana del líder Rokar, hizo que este acusase a los Aesir de estar detrás de su muerte. Odín, el orgulloso monarca de Asgard, no consintió esas acusaciones y declaró la guerra a los Vanir. Kaldren, que años después sería conocido en la mitología nórdica como Kvasir, fue uno de los soldados que marchó a combatir.

Durante tres largos años, fue testigo de cómo la sangre del Linaje Congelado fue derramada por todo Asgard. Cientos de poblados y comunidades arrasadas sin piedad, sin dejar ni un solo inocente vivo. Y ver morir a sus amigos, Gélidos con los que creció y se divirtió a lo largo de su vida, fue algo terrible. Pero pese a todo el dolor generado por aquel conflicto, Kvasir siguió adelante. Hasta su último aliento continuaría luchando por defender a su familia, a su tierra, a la estirpe Vanir. Moriría dándolo todo por ese juramento de protección que todo soldado debía cumplir.

Y llegó el gran día. La batalla donde los dos poderosos Gélidos combatirían para decidir el destino de la Pugna Tribal. El lugar elegido sería Eksaria, una inmensa llanura donde se decía, el Primer Guerrero clavó su lanza tras vencer a la bestia Ymir, iniciándose así la nueva era de dominio de los Gélidos. Ese lugar estaba a tan solo unos 55 kilómetros de Noatun, la tierra natal de los Vanir. Odín y sus hombres estaban muy cerca. Demasiado cerca.

Rokar, el monarca Vanir y tío de Kvasir, decidió capitanear el mismo su propio ejército, algo que esperaba que Odín también hiciera. Esperaba poder medirse en fuerza y habilidad con el Aesir en un antiguo duelo de espada contra lanza. Tal como rezaban las antiguas tradiciones. Todo estaba preparado. Kvasir se encontraba entre las tropas intermedias. El luchaba con espada, así que lo lanceros iban delante, abriéndose camino con su largas armas y la infantería como el, se ocupaba de masacrar al enemigo que quedaba expuesto. Su tío se vio cara a cara con Odín. El silencio se dejó sentir durante ese instante, justo tras lo cual, ambos monarcas se retiraron, se pusieron sus cascos y se hicieron con sus armas. Y entonces, el caos estalló.

Ambos ejércitos cargaron con fuerza y arrojo. Kvasir bramó con fuerza mientras corría contra sus enemigos. Las lanzas apuntaron contra sus víctimas y las espadas fueron desenvainadas al mismo tiempo. Cuando ambos bandos chocaron en el campo de batalla, la sangre purpura de los Gélidos no tardó en teñir el suelo de Eksaria. Mató a una gran cantidad de enemigos. Cortó cuellos, cercenó brazos, arrancó piernas, abrió en canal a muchos contrincantes. Incluso, llegó a decapitar a dos rivales. Su armadura de color verde oscuro se tiñó con la sangre de sus víctimas, su cuerpo entero se entumeció por el sobreesfuerzo llevado a cabo y empezaba ya a notar el lacerante dolor de las heridas que recibía. Pero aún estaba en pie y a su alrededor, la muerte y el horror se recreaban de manera gloriosa. Vio morir a muchos de sus compañeros de armas y pese a intentar salvar a muchos, fue inútil. Pero para él, esas muertes no eran en vano. Servían para alimentar su creciente ira y el deseo de masacrar a todos los Aesir. Miraba a aquellos seres de armadura gris oscura y lo único que sentía por ellos era odio y desprecio. Gritó con fuerza, haciendo que todos sus sentidos quedaran cegados por la furia incontrolable que había tomado control de su cuerpo. Sentía todo retumbar dentro de su casco y miró la espada que tenía en su mano. Los mataría a todos sin piedad. Pero entonces, llegó el final de la batalla.

La Gelida Frontera. (La Guerra Interestelar- Parte 2).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora