Prólogo

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PRÓLOGO

Que fácil habría sido todo si tan solo fuera una simple humana. Que mis grandes preocupaciones se redujeran a los de un mortal. Vosotros, camináis día tras día por una tierra que ni siquiera llegáis a conocer. Pasáis un tiempo efímero en un lugar, ignorando el hecho de que miles de secretos os rodean. Desconocéis a las criaturas ocultas con las que convivís. Vuestro vecino, a ese que saludáis cada mañana o él hombre con el que os topáis a la salida de una cafetería, podrían ser esa clase de seres a los que otorgáis su única existencia en películas o libros.

Durante milenios, este, el que consideráis vuestro planeta, ha sido víctima de una guerra entre la bondad y la maldad; entre ángeles y demonios. ¿Pero quienes son los buenos y quienes son los malos? Durante mi corta vida he pensando que los buenos son aquellos que bajan desde lo alto de las nubes, agitando sus hermosas alas de plumas, pero... ¿si son tan buenos porqué intentan acabar conmigo?

Oh, perdonarme, he adelantado acontecimientos y tan siquiera me he presentado. Mi nombre es Ansel y soy una Pituar; una de esos seres de los que os hablaba, la diferencia es que no soy ni un ángel ni una demonio: soy ambas cosas. Mi madre, Dailina era un ángel, el más puro y bondadoso que habitaba el reino de los cielos, supongo que a nadie se le ocurrió la estúpida idea de que hasta el alma más blanca puede caer en las garras de un ser oscuro como Jalker, mi padre, un demonio inteligente y frío. Seguramente que Hollywood habría hecho una gran película sobre ellos; ángel se enamora de demonio y tiene un pequeño retoño... me gustaría pensar que al menos ellos le darían un final feliz. Nunca los conocí. A ninguno. Mi madre tuvo que huir de su paraíso para ponerme a salvo...

¡Ah!, esperad, no os he dicho lo mejor: Soy una raza prohibida. El destino de todo Pituar está escrito incluso antes de nacer y es... la muerte. Supongo que llevar la sangre de un demonio corriendo por mis venas no está bien visto allá arriba.

Como iba diciendo mi madre huyó, trayéndome a la tierra que divide el cielo del infierno. Vuestra tierra. Salvín, un bruja blanca se ha encargado de mí desde el día que mi madre me entregó a ella. Eso es lo último que sé de Dailina. Me gusta pensar que los ángeles perdonaron su deshonra y que vive su inmortalidad felizmente entre nubes de algodón y trajes de seda.

Durante mis veintitrés años he tenido una vida sencilla... o lo más sencilla que la puede tener alguien como yo. Para el resto del mundo solo soy un bicho raro que jamás se relaciona con nadie, algo que hago por supervivencia más que nada. Salvín me dejó muy claro que apartara las emociones, que no dejara a nadie entrar o estás despertarían, llevándome a un punto que no quisiera llegar. Y todo iba bien, os lo juro. Me había controlado cuando quería jugar de pequeña con otros niños, había aguantado en el instituto al ver los típicos grupos de amiguitas y lo soporté en la universidad cuando las chicas de mi edad vivían los mejores años de sus vidas. No necesitaba nada de eso. No quería lazos con otras personas.

Y entonces apareció él. 

IncontrolableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora