No es lo que parece

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No siento nada más que la fría aguja del destino introducirse en mí. Una y otra vez. Me hace daño, escuece. Duele. Dolor. Solo siento dolor, no hay nada más en mí. Jamás pensé que fuera a ser tan doloroso. Nadie me avisó. Por fin se detiene. Ya ha vertido todo su veneno en mi interior. Tengo una necesidad imperiosa de abrir los ojos y mirar a mi alrededor, pero no puedo, algo dentro de mí me lo impide. Si abro los ojos se convertirá en real, mientras que si sigo con los ojos cerrados seguirá siendo un sueño. Escucho mi nombre, pero no contesto. No puedo. Más bien, no quiero. Oh, destino, ¿por qué has de ser tan cruel? Por fin, me decido y abro los ojos. Y allí está él, con una sonrisa radiante en los labios, que irónico. Primero me ensarta y ahora está tan tranquilo. Pregunta si me ha dolido, respondo que sí con la cabeza. Comienza a soplar ahí donde el escozor y el dolor se unen en una orgía de sufrimiento. Oh, su soplido invade de placer todo mi ser. Todo el vello se me eriza, pero se detiene antes de alcanzar el clímax. El dolor vuelve con más intensidad. No puedo soportarlo, voy a tocarlo. Pero antes de llegar a rozar mi piel, él, detiene la trayectoria de mi mano. "Es mejor que no lo toques" me dice "confía en mí". Nadie me contó que el después iba a ser más doloroso que el durante. Decidido. No vuelvo a hacerme las pruebas de la alergia.

MicrorrelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora