Huyendo de la aldea

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Cuando el silencio inundó por completo el bosque, Sara supo que debía correr lo más rápido posible para así huir de los rebeldes Catrianos.

Silenciosamente salió de la cueva donde se encontraba escondida y luego de mirar a su alrededor corrió con todas sus fuerzas a la aldea donde seguramente la estaban esperando.

Al llegar pudo observar que las personas lucían muy sonrientes, como si se les olvidara por completo que la guerra aún no había terminado.

Un fuerte grito le produjo un sobresalto, una pequeña figura corría desde lejos hacia ella, podía divisar el cabello oscuro golpeando el rostro de su amiga, sus ojos color miel reflejaban una gran preocupación.

—¿Donde te habías metido Sara?, llevo buscándote por más de una hora por toda la aldea y nadie me daba respuestas —preguntó Daniela con un suspiro fatigado.

—Tengo que contarte algo pero no se lo puedes decir a nadie, hablemos en un lugar más seguro.

Sin decir más nada Sara sujeto de la mano a Daniela llevándola a un lugar silencioso. Después de inspeccionar el lugar se sentaron y continuaron la conversación.

—Decidí salir a recoger algunas frambuesas, pero escuche unas voces cerca de donde me encontraba así que me escondí en una cueva, pero cuando pensé que ya se habían alejado escuche unos pasos y al girarme para observar más de cerca divise una gran figura con una escopeta en la mano, cuando estaba lista para correr pude ver en sus ojos que no me había visto, estaba apuntando a un siervo y al dispararle fue en busca de él, así que no había mejor oportunidad para huir, observe a mi alrededor y no vi a nadie más así que corrí con todas mis fuerzas hasta llegar acá.

—Lo importante es que no te hicieron nada y llegaste acá sana y salva —dijo Daniela.

—Pero eso no es todo, cuando escuche las voces logre entender algo de lo que hablaban. El plan de los rebeldes es acercarse a nuestra aldea pero si nos llegan a encontrar esto va a ser una masacre.

—Tenemos que decirle esto a todo el mundo, no debemos permitir que el pueblo muera —dijo Daniela poniéndose de pie lista para salir.

— ¡Alto! —gritó Sara —no podemos hacer eso, sabes el castigo que me darán por salir de la aldea, ni me creerían, además esta noche los rebeldes van a acercarse y la gente no va a tener tiempo de moverse, lo mejor que podemos hacer es huir.

De repente se escucho un crujido a sus espaldas, una esbelta figura se acercaba a ellas, su aspecto reflejaba confianza, su cabello rubio resaltaba sus oscuros ojos qué destellaban una dureza inexplicable y sus labios rígidos pocas veces manifestaban una sonrisa.

—¿Dayana que haces aquí? — preguntó Sara con voz temblorosa.

—¿Pensaban escapar sin decir nada? —dijo Dayana con un tono autoritario.

— ¿Por qué piensas eso? —preguntó Sara sorprendida.

—No crean que no he escuchado nada de lo que están planeando.

—Dayana, te lo podemos explicar todo, pero por favor no se lo digas al comandante, si quieres puedes venir con nosotras —suplicó Sara rozándole el brazo.

—Solo lo haré porque detesto este lugar, pero nos iremos bajo mis reglas, llamen a sus allegados y empaquen sus pertenencias, nos veremos acá en veinte minutos.

Sara asintió y la vio salir torpemente de la tienda. Enseguida devolvió la atención a Daniela. Los ojos de su amiga se abrieron con un parpadeo.

—Debemos ir a empacar y avisarle a nuestros amigos, tenemos poco tiempo.

Daniela no se atrevió a decir nada, simplemente se puso de pie y se apresuró en ir a su cabaña.

Niebla azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora