Un soplón en el campamento

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Mientras todos dormían, Daniela intentaba conciliar el sueño, pero un sonido cercano la atemorizó. Se oyó un crujido, seguido de unos pasos, cuando de repente una figura surgió de entre las sombras.

Daniela se sentó y agudizó el oído en la oscuridad, luego se puso en pie. Justo entonces, la figura se alejó lentamente evitando hacer ruido alguno. Ella se fue detrás de la figura y después de cinco minutos de andar por el bosque ya no seguía ningún rastro, estaba sola.

Intentó buscar el camino de vuelta al campamento pero fue imposible. Caminó por más de una hora pero lo único que consiguió fue alejarse del verdadero camino, pero esta vez no se sentía sola, algo la inquietaba, sentía que alguien la seguía.

Un ruido extraño rompió el silencio. Se quedó petrificada. Con el corazón desbocado, dio media vuelta y fue en busca del sonido. En el suelo pudo ver un objeto pequeño de color dorado, con un cadena que lo sujetaba y tallada con una piedra dura y preciosa; cuando estaba a punto de abrirlo volvió a oírlo: un gemido de angustia.

Rápidamente corrió en busca del sonido pero cuando estaba apunto de llegar sintió como unos brazos la sujetaban y le tapaban la boca, intentó zafarse de los brazos que la apresaban, pero era casi imposible.

Escuchó unos pasos que se acercaban, seguido de una voz.

—Debe estar por acá, la vi correr — dijo una voz masculina.

—El grito sirvió para llamar su atención, pero no conseguimos nada si no la encontramos, ¡búsquenla! — dijo otra voz con tono amenazante.

Los dos hombres salieron corriendo y cuando sus siluetas desaparecieron, el hombre que la tenía sujetada la libero un poco.

Daniela estaba plantada en el suelo. Con los ojos muy abiertos del miedo, pensaba en lo atractivo que era, con hombros anchos y grandes, y un cuello musculoso y grueso, también detallaba sus ojos marrón oscuro resaltaban su rostro y sus expresiones.

Los ojos de Daniela se centraron en los de él, pero recordó la situación en la que se encontraba.

—¡Suéltame! —escupió. Dio un codazo hacia atrás.

Daniela seguía en el suelo. Con los ojos muy abiertos del miedo por la confusión en la que se encontraba. 

—Será mejor que me digas ahora mismo qué está pasando —ordenó ella.

—Te llevaban siguiendo por un buen rato y de no ser por mí ya estarías muerta —dijo él con un tono brusco.

—Yo sola me las hubiera arreglado, no tenias que hacerte el héroe conmigo, pero ya que lo pienso tú eras el que estaba espiando el campamento o no estoy en lo cierto?—dijo ella, separándose de él.

—Me enviaron a espiar para atacar en la mañana, pero al verlos pude ver que eran inofensivos, pero deben huir o morirán todos.

—¡Llévame con ellos, debo alertarlos! — dijo bruscamente. 

Él se levanto apresuradamente y busco el camino para regresar, al encontrarlo siguió pasando entre algunos árboles.

—¿No vienes? —le preguntó él, volviéndose a mirarla.

Ella echó la cabeza hacia atrás y se quedó mirando las siluetas de los árboles.

—Voy —Daniela bajó la voz mientras meditaba —. ¿Cómo sé que en verdad me llevaras con los demás y no con tu tropa?

— Si te quisiera entregar, no te hubiera protegido hace un rato —refutó él.

Siguieron su camino sin decir nada más, Daniela sabía que aunque no lo conociera para nada él la estaba protegiendo.

—Cuidado —dijo él, señalando una maraña de raíces ocultas bajo un montón de hojas moradas.

Tomó la mano de Daniela y la ayudó a caminar sin tropezar.

—Entonces, ¿Cuál es tu nombre? —preguntó ella mientras descendían por la pendiente que conducía al campamento.

—Will, ¿el tuyo?

—Daniela.

Cuando Will y Daniela caminaban hacia el campamento, ya había amanecido. Solo habían pasado unas horas en el bosque. Hicieron el camino de vuelta casi en silencio, pero cada vez que el brazo de Daniela rozaba el de Will sin querer, un cosquilleo eléctrico les recorría la piel.

Cuando avistaron el campamento, Will tomo a Daniela del brazo y la miro fijamente a los ojos y sin decir más nada salió corriendo, perdiéndose entre los árboles.

Niebla azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora