Capítulo 7

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―Aquí ocurrieron parte de los mejores sucesos de nuestras vidas. Me duele dejar esta casa.

Las palabras pronunciadas por Caroline están llenas de melancolía. Su hogar ahora está vacío, las cosas personales de los ocupantes han sido retiradas. Su recorrido final junto a su familia, le provoca muchas emociones. No importa cuántas veces ya hayan hecho esto. Nunca es sencillo y menos ahora.

―No te preocupes, cariño ―pronuncia Grayson mientras deposita un beso en el cabello de su esposa―. Yo también me siento triste, pero piensa que esto es lo mejor para nosotros y nuestras hijas. Nos mudaremos a un lugar mejor. Esta casa al igual que las otras en que hemos estado, es pequeña. Ahora, tendremos una más grande y si todo va bien, no tendremos que mudarnos.

Grayson abraza a Caroline tratando de consolarla. A la verdad, sabe que sus palabras no son las mejores ni las más reconfortantes. Pero, tomando en cuenta que Julia está cerca de ellos, mirándolos con tristeza porque quizás esta es una de las pocas veces que ha visto a su madre tan abatida, considera que su línea no es tan mala. Después de todo, tras no lograr contener sus sentimientos, la tarea tanto de él como de Caroline es edificar al menos, una mentira creíble que camufle su dolor, aquello que es el verdadero motivo de su desdicha: No saber lo que le deparará el futuro a su niña.

―Necesitamos irnos ―dice Nicole interrumpiendo―. Debemos llegar al aeropuerto pronto. El avión que nos llevará a Los Ángeles, está listo.

Los habitantes del domicilio salen con tristeza. La casa pequeña, antigua, con muchos deterioros, ubicada en un barrio de moradas con arquitectura similar cuyos habitantes viven en hacinamiento, pero llena de momentos vividos especiales, para la familia Byington, es preferible que a la que se dirigen.

Pero, listos para emigrar y emprender un nuevo comienzo en el cual los adultos cruzan los dedos para que sea bueno, las cuatro personas que conforman el hogar, suben a un lujoso automóvil donde en el maletero de éste, lo único que colocan es un equipaje con poquísima ropa. Esto, porque el consejo les ordenó que salieran sin nada, pues su nueva morada está acondicionada con todo lo que necesitan.

Mientras se da el traslado, el rostro de la señorita Carroll denota enojo. Su enfado se debe a las órdenes de Padre, quien tomó la decisión de que ella fuese la encargada de acompañar a la princesa y su familia a su nueva residencia, ya que habría una posibilidad de que intentaran escapar. Y esto sin duda, para ella significa caer cada vez más bajo.

El viaje transcurre en silencio. Al llegar al aeropuerto, Nicole y la familia entran directamente al avión. Ahí, mientras los demás toman asiento, la joven habla con un hombre que sale a su encuentro, el cual parece ser el piloto. En ese lapso de tiempo, Julia se dedica a observar maravillada todo lo que hay adentro, pues es la primera vez que viaja en un transporte de este tipo. Tras unos segundos de expectación, ella se acerca a su maestra y tira de su camisa, interrumpiendo su conversación con el aviador.

―¿Dónde están los demás pasajeros, señorita Carroll?

―Por si no se ha percatado, estoy ocupada conversando con el señor. Usted es la princesa Juliana, pero debe aprender modales. ―Suspira y añade―: No hay más pasajeros. Es un vuelo privado. Somos los únicos que viajaremos.

―No se preocupe, su majestad. Nos hemos asegurado de que nadie la moleste a usted ni a su familia ―menciona el piloto con una sonrisa―. ¿Le gustaría visitar la cabina donde están los controles del avión?

―¿Puedo ir? ―Pregunta Julia a su maestra con una notable emoción.

―Está bien, pero no se demore. Debemos irnos rápido.

La pequeña asiente y camina hacia el control de mando con el piloto. Posterior, Nicole observa la creciente preocupación de los padres de la niña. Por lo cual, camina hacia ellos para tranquilizarlos.

Princesa Juliana: La maldición de la coronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora