Nueve.

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Pero su familia dejó de encontrar sus mensajes. Se perdió todo rastro que quedaba de la vida de Juliette. Se perdieron todas las esperanzas que quedaban de encontrarla, y eso que dicen que lo último que se pierde es la esperanza.

Fingieron rehacer su vida. Fingieron estar bien. Pero cuando dejaron de recibir lamentos de todos, fingieron ser fuertes.

Aunque entre ellos, sabían que estaban destrozados. ¿Cómo es que se puede llegar a lamentar tanto la pérdida de una persona cuando ni siquiera llegaron a conocerla?

Ellos no la conocían. Ellos no sabían quién era la verdadera Juliette. Y si les somos sinceros, nadie conocía a la verdadera Juliette. Ni siquiera ella misma sabía quién era realmente.

Iré al punto: ella nunca dejó de escribirles. Les escribió cosas que escondía debajo de su almohada, porque él, su secuestrador, no la sacó de allí en mucho tiempo.

"Mamá, papá;

No he comido en un día.

Él ha estado hablándome de una tal «Cecilia». Tengo sospechas de que esos huesos que hay debajo de mi colchón son de ella.

Tengo miedo. ¿Qué sucedería si termino como Cecilia?".

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