21. Братва (Bratva)

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Братва (Bratva)


Louis supo que algo iba mal desde el momento en el que despertó.

Para empezar, las cortinas estaban abiertas. Y él nunca olvidaría cerrar las cortinas; odiaba que lo despertase la luz del sol.

En segundo lugar, su madre estaba sentada en la butaca que había al lado de su cama. Y estaba llorando.

"¿Mpf?" murmuró, sentándose en la cama con torpeza. "¿Mamá? ¿Q-Qué pasa, estás bien?"

Su madre pareció sobresaltarse tanto que se asustó un poco.

"Mamá" dijo, en un tono más suave. "¿Q-Qué...?"

"Tenemos un problema" susurró ella, secándose las lágrimas con un pañuelo. "Tenemos un problema. Lo siento mucho, mi vida. No pude hacer nada. No me dejaron hacer nada"

"¿De qué estás hablando...?"

"Vamos a conseguir el dinero, Louis. Te lo prometo. Esto es una solución temporal."

Louis se levantó, estremeciéndose al notar las baldosas frías en las plantas de los pies, y tomó las manos de su madre entre las suyas con cuidado. Necesitaba que parase de emitir esos sollozos ahogados, lo necesitaba desesperadamente.

"¿Una solución a qué? Mamá, ¿qué pasa?"

Ella tragó saliva, pero tardó un buen rato en poder hablar de nuevo.

"No podemos pagar todas las deudas de tu padre. No podemos, de verdad. Puede que cuando las cosas estén mejor consigamos reunirlo, pero no ahora. No hay otra solución, Louis, por favor, tienes que entenderlo"

"No entiendo absolutamente nada" respondió, con toda la suavidad de la que fue capaz.

Su madre ocultó el rostro en su pañuelo y no resurgió de él hasta largos segundos después.

"Cariño, lo siento muchísimo" susurró entre lágrimas. Louis cerró los ojos, evaluando las posibilidades.

Conocía las deudas de su padre; no era estúpido. Oía las conversaciones acaloradas por teléfono, las súplicas de su madre a altas horas de la madrugada. El juego y el alcohol habían arrasado sus vidas; se habían llevado sus ahorros de toda la vida, les habían quitado el coche y habían dejado su casa pendiendo de un hilo. Y a pesar de todo su madre lo consentía, limpiando suelos llenos de vómito, cristales, mediando por teléfono con bancos, suplicando a figuras misteriosas que vociferaban sobre deudas millonarias al otro lado del teléfono. Su madre se derrumbaba poco a poco como una estatua de arena en la orilla del mar, y su padre seguía inmóvil en su sillón, enorme, silencioso, poderoso, posiblemente ebrio, definitivamente enfadado cuando se despertaba.

Louis miraba y callaba, se apartaba del camino de su padre, consolaba a su madre, trabajaba de camarero en una cafetería y sacaba un mísero sueldo para comer. No recibía ningún crédito ni se habría atrevido a esperarlo; sabía perfectamente que había avergonzado a su familia desde que había presentado. Su padre y sus cuatro hermanos eran todos alfas, enormes, poderosos, territoriales, que ni siquiera entre ellos se habían llevado bien. Sus tíos producían niñas omega, bonitas y dulces, y fuertes niños alfa con carácter y voluntad de hierro. Un joven omega pequeño, delicado, con curvas y olor a vainilla no era precisamente lo que la familia podía haber esperado, pero era simplemente como habían salido las cosas. No podía cambiarse a sí mismo, como tampoco podía cambiar la ludopatía de su padre ni su costumbre de arreglarlo todo con whisky. Ahora que lo pensaba, no recordaba ver beber a su padre antes de presentar... pero estaba perfectamente entrenado para reprimir esa clase de pensamientos.

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