Treinta y dos

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Hace una semana no enviaba ni recibía un e-mail y tampoco había vuelto a ir a la cafetería. Estaba pensando que mi decisión había sido la correcta, pero el destino volvió a jugar conmigo.
Mientras esperaba que Xavier, como decía su credencial, hiciera y me entregará mi pedido vi a la chica despistada, vi a Camille sentada en una pequeña banca... llorando.

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